Recuerdo etéreo (Los primeros moradores)
I
Hace ya casi un mes que salí del coma y es hasta ahora que me atrevo a contar lo que vi aquella noche y es que si no fuera por ciertas circunstancias de mera suerte, probablemente estaría en un hospital psiquiátrico como lo están ahora el señor Hugo y su hijo Gabriel que atestiguaron más de lo que yo pude ver y oír, ahora me siento agradecido de haber estado inconsciente por casi una semana a pesar de las horrendas y tortuosas pesadillas que sin más, puedo decir que fueron creadas por mi mente. Sin embargo, lo que vi aquella noche no puedo negarlo y lo contaré… aunque sólo la escasa gente que vive en el pueblo del Dadhó, lugar donde presencié aquella locura, sea la que me crea… y aunque mi última confesión me lleve directo a la tumba…
Después de haber tratado los delirios irreversibles de una mujer con severos traumas psicológicos debidos a unos extraños acontecimientos ocurridos en su pueblo natal en el Estado de México, acontecimientos que le hicieron perder más de la mitad de su población, me tomé la libertad de salir de vacaciones con mi pequeño hijo de ocho años, Ismael, para visitar a sus abuelos, tíos y primos que viven en el Dadhó y relajarnos por un rato del estrés citadino.
Ismael estaba emocionado por el viaje ya que no había visto a sus primos en mucho tiempo y ansiaba jugar con ellos. Así que preparé todo para salir a la primera semana de vacaciones. Llegado el día, partimos en mi auto de Toluca hacia Hidalgo. El trayecto siempre es reconfortante, así como la transición del mundo urbano al rural, donde la visión se transforma de grandes edificios y calles contaminadas por el ruido a un panorama lleno de pastizales y cielos azules, es tranquilizante.
Era verano, así que los campos relucían de un verde embellecedor, los maizales formaban grandes laberintos que adornaban el paisaje, y con la luz del día, la vista era muy hermosa mientras viajábamos por la carretera hasta llegar a lo más recóndito de Hidalgo, donde el pavimento se vuelve terracería y las casas se separan cada vez más unas de otras, los canales de ríos que alimentan las cosechas se hacen ver, y el aire que se respira es mucho más liviano. El trayecto duró tres horas hasta que, al fin, llegamos al enigmático pueblo del Dadhó.
Como ya había anticipado mi llegada un día antes a mis hermanos, la bienvenida no se hizo esperar y nos recibieron con una sublime y exquisita comida. Dos de mis hermanos no estaban ya que habían salido a cosechar algunos frutos que se dan en esa temporada, pero la finca estaba a casi dos kilómetros de la casa así que la comida tuvo que esperar hasta tarde. Llegada la noche, cuando la familia estuvo completa, comenzó el festín. Todos estábamos alegres, contando viejas y nuevas historias, riéndonos como nunca…
Y como no podía faltar, la cerveza estuvo presente. Yo traté de no tomar demasiado, por mi hijo, aunque claro, en estos pueblos los niños están acostumbrados a ver a sus padres tambaleándose durante las fiestas, y como esta era una ocasión especial, mis hermanos no vacilaron en aprovechar el momento para embragarse, siendo Mateo, el más chico de los cinco, que por impulso del alcohol comenzó a contar cosas que se supone, no debían contarse…
Como ya habían pasado casi tres años desde la última vez que los visité, me cuestionaban bastante sobre mi trabajo, entonces, Mateo dijo – Es una lástima que no estuvieras aquí el año pasado, hubieras podido haber ayudado al pobre de Hugo y a su hijo, ahora sólo son dos vegetales que están desquebrajando el alma de la pobre Lucía. Ninguno de ellos se merece lo que están viviendo, ¡bueno, si a eso se le llama vivir! De pronto, el ambiente se inundó de una seriedad incómoda y yo me desconcerté ante tal reacción, miré a todos y pregunté qué es lo que había pasado con aquella familia, a lo que Noelia, la esposa de Mateo, echó una mirada a su marido haciéndole notar su insensatez y me dijo que aquello era algo de lo que no estaba permitido hablar por respeto a esa familia. Pero ya que me consideran una persona confiable y mi hermano no pudo contener su alcohólica boca cerrada, Noelia optó por contarme lo sucedido, con la condición de mantener la discreción si durante mi estadía llegara a ver a Lucía. Naturalmente acepté con honestidad, así que Noelia se sentó frente a mí y relató lo siguiente…
II
Todo comenzó hace un año, durante la época de cosecha, era una temporada normal, como cada año se recogían las frutas y las verduras para llevarlas a vender al centro, solo el maíz se deja para el final, ya que, como verás, las parcelas están junto a las casas. Hasta que una noche se presentó una tormenta muy peculiar, era una tormenta seca, no había lluvia ni nubes, sólo unos relámpagos que caían de la nada sobre los campos de nuestro primo Isidro. Los rayos caían uno tras otro y no pararon durante toda la noche. En esta casa nadie pudo dormir por el ruido de los incesantes truenos que duraron hasta la salida de los primeros rayos del sol.
El día siguiente transcurrió con normalidad. En el mercado vimos a Isidro levantando su puesto como los demás, pero nadie le preguntó algo sobre si sus tierras habían sufrido algún daño, así que por la tarde ya nos habíamos olvidado del tema, hasta llegada la noche cuando creíamos que los truenos iban a aparecer de nuevo, pero esta vez la noche fue muy tranquila, aunque demasiado obscura ya que extrañamente, a pesar de que el cielo estaba despejado, no había luna en el cielo, se veían las estrellas pero la luna estaba ausente…
Al día siguiente, en el mercado, uno de los vendedores estaba comentando a los demás, que un grupo de nahuales había estado merodeando entre sus maizales, decía que cómo casi no veía nada, sólo notó sus siluetas y que la luna no estaba porque los Nahuales la habían ocultado para poder cometer sus actos macabros, pero otro comerciante le dijo que era imposible que los nahuales pudieran hacer tal cosa, que más bien era obra de las brujas. Yo estaba escuchando la plática y naturalmente no creí en lo que decían, pensé que eran puras tonterías. Hasta que de pronto, Isidro se unió a la plática diciendo que también había visto unas siluetas como sombras de personas muy delgadas de más de tres metros de alto merodeando entre sus maizales la noche en que cayeron los rayos en sus tierras, sólo que no había dicho nada ya que esa noche estaba alcoholizado y pensó que no eran reales. Yo seguía sin creer tales historias ya que este tipo de chismes acerca de apariciones, por lo general corren como el río y es que cuando alguien dice haber visto a una bruja, nahual, fantasma, o lo que sea, al día siguiente todo mundo dice haber visto la misma cosa, aunque esta era la primera vez que hablan de sombras caminando entre los maizales.
Pasaron otros dos días y el chisme creció como se esperaba, en cada noche alguien había visto aquellas sombras, pero esta vez, decían que el lugar por donde pasaban, toda la cosecha se había echado a perder y estaban muy molestos por ello, aunque tampoco era la primera vez que decían algo así para hacer más creíbles sus historias, en otras ocasiones han llegado a comentar que desaparecen sus animales o incluso niños aunque nunca se den pruebas de ello, sin embargo, esta vez la frustración en sus rostros parecía genuina, traté de no darle demasiada importancia… Hasta la noche siguiente… ya que durante la madrugada se escucharon dos disparos desde la casa de Hugo, tus hermanos salieron corriendo, uno de ellos con la escopeta y se dirigieron a su casa con la sospecha de que un ladrón anduviera por ahí. En el camino se encontraron con otro vecino que también había escuchado los disparos y también iba para allá. Al llegar, se percataron que efectivamente había unas grandes sombras humanoides deambulando por los maizales, luego, escucharon un grito desgarrador que provenía de ahí mismo y en seguida otro, que era el de Lucia llamando a su hijo desesperadamente, así que tus hermanos corrieron hacia la casa, y al llegar, se cruzaron con Lucía quien les dijo que Hugo y su hijo habían entrado a los maizales, le dijeron que se quedara en la casa mientras los iban a buscar. Era otra noche sin luna así que todo estaba oscuro, pero de repente la luna volvía a hacerse visible dijeron que era como si una gran mancha que la ocultarse se empezara a desvanecer y las siluetas también desaparecían a la par. Corrieron entre el maizal hasta que encontraron los cuerpos petrificados de Hugo y su hijo tirados en el suelo, por fortuna estaban vivos, pero no reaccionaban y cuentan que tenían una expresión de horror en sus rostros como si hubieran visto el mismo infierno con sus propios ojos. Los sacaron en seguida y trataron de hacerlos reaccionar. Lucia los vio horrorizada y llorando exclamaba ¡Dios mío!, ¡¿Qué ha pasado?! ¡¿Por qué están así?!
De inmediato, tomaron la camioneta de Hugo y los llevaron al médico del pueblo. Después de revisarlos les dijeron que físicamente no tenían nada, que tenían que llevarlos con un especialista, pero el único psiquiatra del pueblo es un farsante que se dedica a encerrar a los pobre alcohólicos que pierden la razón al ser abandonados por sus propias familias. A pesar de esto, los llevaron con él y como era de esperarse, dijo que la única solución era internarlos de por vida. Lucia estaba devastada y dijo que si ese era el caso prefería llevárselos a su casa y cuidarlos ella misma hasta que se recuperen. Así que regresaron, los colocaron en unos sillones y ahí han permanecido desde entonces sin mejorar, a veces, Lucia llama a supuestos brujos y curanderos, pero nada han podido hacer.
De vez en cuando alguno de tus hermanos va a visitarla para que no se sienta sola ya que sus otros hijos que viven en Estados Unidos no pueden venir a verla y sólo le mandan un poco de dinero para que ella no tenga que trabajar. Yo he ido sólo una vez a dejarle comida y la verdad, no pienso ir de nuevo, digan lo que digan, pero cuando vi a Hugo y su expresión tan perturbadora como si algo hubiera quedado impregnado en sus ojos me da mucho miedo, incluso pensar en ello. Pero lo más desconcertante de todo esto, es que después de lo ocurrido, las sombras dejaron de hacerse presentes, nadie más las volvió a ver y esto hizo pensar a los demás vecinos que estas siluetas eran demonios que habían poseído a estos hombres, haciéndose otro chisme más enfermizo, ya que hubo un momento en que veían con desprecio y miedo a esta pobre familia. Es por eso que tus hermanos convocaron una junta vecinal para acordar dejar de hablar de esto, antes de que otras personas que no tienen nada que ver se enterasen y hagan el problema más grande. Esto fue lo que pasó hace un año y es por eso que no lo hablamos.
III
Sin duda me encontraba con otra historia fuera de lo común, al principio pensaba que tal vez se trataba de algún trastorno psicótico hereditario y que sólo se requirió de un trauma lo suficientemente grande para detonar tal trastorno. Pero ahora no sé qué pensar…
Después de la cena me atreví a sugerir hacer una visita a aquella familia ya que este tipo de casos extraños siempre se me han hecho muy interesantes. Pero era Lucia quien tendría que aceptar mi presencia, así que al día siguiente mi hermano fue visitarla para pedir su autorización. Al final accedió, aunque con cierto recelo. No quise perder el tiempo y partí esa misma noche con dos de mis hermanos.
Al llegar a la propiedad, mi hermano estacionó su camioneta frente a una pequeña vereda que conducía a la puerta de la casa. Extrañamente, el lugar era muy tranquilo por la ausencia de perros ya que en estos pueblos es común que en todas las casas haya muchos. Sólo el ruido de los grillos y el soplido gélido y macabro de los vientos nocturnos nos dieron la bienvenida. Al llegar a la puerta Carlos tocó y en seguida, Lucia nos dejó pasar sin ninguna cordialidad. Mi primera impresión de ella fue el de una persona demacrada por la soledad, se podía notar una tristeza en sus ojos que denotaban un llanto silencioso. La saludé, me presenté y sin rodeos le expliqué el motivo de mi visita. Traté de no darle esperanzas, así que sólo le dije que al hacer un diagnóstico cabía la posibilidad de darles algún tratamiento y una vida un poco mejor para ella. Ahora sé que cometí un grave error ya que no existe cura para la condición de estos pobres hombres.
Lucia siempre se mostró pesimista, aun así, ella esperaba que pudiera hacer algo. Nos llevó al cuarto donde estaban Hugo y su hijo, abrió la puerta cautelosamente como tratando de evitar que algo saliera de ahí, la poca luz se originaba por un par de velas sobre una mesa en medio de la habitación, me dijo que esto tenía que ser así porque la luz perturbaba los ojos de su esposo y de su hijo y que sus pupilas se deformaban como si algo quisiera escapar de ellas. En seguida señaló la parte más apartada del cuarto donde pude notar la silueta de aquellos hombres postrados en un sillón cada uno, avancé hacia ellos y conforme me acercaba podía distinguir los rostros demacrados por un horror que en ese entonces no conocía. Me acerqué hasta que pude ver con claridad aquellas expresiones perturbadoras que mortificaron a Noelia. La tenue luz no me permitía ver con claridad sus ojos, pero a pesar de esto pude notar una mirada llena de un profundo y angustiante horror…
Me preparé para revisarlos. Era evidente que la comunicación sería imposible así que opté por la hipnosis para experimentar. Con la ayuda de mis hermanos recostamos al joven en un sofá y comencé… En el momento que entró en trance, fue más bien como si hubiera despertado, le pregunté si podía escucharme a lo que asintió con un leve movimiento de cabeza. La reacción de los demás fue evidente. Luego, le pregunté acerca de lo que pasó aquella noche en los maizales, hizo un pequeño gemido y comenzó a susurrar frases sin sentido que apenas eran legibles. Algunas de las palabras y frases que pude distinguir fueron; El tercer… Tierra… ahí están… llegaron… alimento… alimento… te vemos… espectador…
¿Qué significaban estas palabras? En ese momento no tenían sentido, pero ahora puedo suponer algo…
No quise seguir preguntando porque pensé que el resultado seguiría siendo el mismo, además de comenzaba a incomodarse; su cuerpo se movía, cosa que no había pasado desde el incidente, así que pensé que lo mejor era sacarlo del trance. Pero en el momento en que chasqueé los dedos, abrió los ojos, gritó desesperadamente y se contorsionó como si un dolor profundo le aconteciese. Todos nos estremecimos, Lucia no resistió y comenzó a llorar, quiso despertar a su hijo, la aparté diciéndole que era inútil, y de repente Gabriel se tranquilizó, pero regresó al mismo estado catatónico de antes. Luego de esto descansamos un poco y les dije que no había visto algo así antes y que tal vez no haya cura alguna, así que lo mejor sería llevarlos a un hospital psiquiátrico, pero cuando mencioné esto, Lucía se alteró y me dijo que no iba a permitir que apartaran a su familia de ella. Le dije que el lugar a donde los llevaría sería uno donde los atenderían muy bien por gente capacitada. Sin embargo, seguía mostrándose inflexible. Pensé por un momento que me correría de su casa, pero para mi sorpresa me dijo que mejor continuara con mi trabajo, tal vez por la conmoción de haber escuchado a su hijo de nuevo. Así que, a pesar de lo ocurrido con él, decidí hipnotizar también a su padre.
Lo colocamos en el sofá y comencé. Al igual que Gabriel, pareció haber despertado, le pregunté si podía escucharme, y también asintió con la cabeza, pensé que sería lo mismo, pero cuando le quise preguntar qué era lo que había pasado aquella noche, me interrumpió vociferando unos gruñidos como queriendo decir algo y luego, al igual que su hijo dijo frases sin sentido, aunque creo que pensándolo bien fueron más escalofriantes. Dijo; Los encontramos… Ahí están… no te irás… ella está muerta… los moradores… después se alteró demasiado y comenzó a convulsionarse violentamente con gritos estridentes, todos nos aterramos, así que rápidamente lo saqué del trance, se calmó y también regresó al estado catatónico en que estaba. Con esto, lo mejor era terminar la visita.
Antes de irnos le dije a Lucia que buscaría la forma de ayudarla, que no la dejaría sola, ni a su familia. Estaba cansado, así que, al llegar a la casa, pensé en dormir para tener más claridad al día siguiente. Al entrar al cuarto, noté a mi hijo que yacía dormido en su cama, había jugado demasiado durante mi ausencia, lo miré un momento, manteniendo la atención en su respirar, escuchando cómo el aire entraba y salía por su nariz. Veía entre la silueta oscura del cuarto cómo se llenaban sus pulmones, sin embargo, sólo bastó esta imagen para sentir de pronto una angustia inexplicable. Escuchaba el respirar de mi hijo como un retumbante sonido en mi cabeza. La angustia me llenó de una ansiedad casi insoportable, por un momento mi cuerpo comenzó a temblar, pero finalmente me tranquilicé y pensé que sólo se trataba de la impresión que me había dejado aquella experiencia en la casa de Lucia pero ahora que lo pienso creo que sólo me inventé esa excusa para evitar lo que verdaderamente sentía…
IV
Al día siguiente me levanté por la mañana para dar una caminata matutina, pero al salir, vi a mis hermanos cerca de la carretera, me hicieron una señal para ir con ellos, les pregunté qué era lo que pasaba. Me dijeron que venían de la casa de Lucia ya que habían recibido una llamada de ella por la madrugada para que se presentasen en su casa de inmediato, así que salieron rápidamente y se llevaron una sorpresa cuando al llegar estaban reunidos con ella los demás vecinos. Resulta que la noche que la visité, uno de ellos nos vio salir de su casa y aunque no le había tomado importancia, pasadas unas horas escucharos gritos que provenían de su casa, eran Hugo y su hijo, así que llamó a los demás para ver lo que ocurría. Según cuentan, no dejaron de gritar por casi una hora, así que concluyeron que yo había provocado algo malo.
Por eso decidieron llamar a mis hermanos para decirles que no querían tener a un psiquiatra cerca de Lucia y que me daban un día para que dejara el pueblo y no regresase. Aunque mis hermanos trataron de defenderme, sus palabras no eran suficientes para convencer a todos los vecinos.
No sabía que pensar, había ido a ver a mi familia y pasar un buen rato y terminé siendo expulsado del pueblo por querer ayudar a alguien, así que, sin más, durante la tarde comuniqué al resto de mi familia lo sucedido, quienes se mostraron indignados y molestos por esta decisión tan absurda de los vecinos, pero lo único que podían hacer era aceptarlo, y para no hacer más grande la tristeza, decidieron hacer una cena de despedida. Por mi parte también traté de tomar las cosas de buena manera y solo pensé en disfrutar de la comida y que podría volver cuando la situación se haya quedado en el olvido.
La noche comenzó a hacerse presente, podía ver por la ventana el nostálgico claro naranja del atardecer… Sin embargo, había algo que nadie notaba…
Mi hijo estaba en el patio jugando alegremente con sus primos, todos estaban tranquilos, sólo yo estaba pensativo y disperso… no sabía por qué, a pesar de lo ocurrido. Después de unos minutos volteé de nuevo hacia la ventana, me percaté que ya había oscurecido y los niños seguían jugando afuera. Por alguna razón volví a sentir una angustia al ver a mi hijo en el patio, veía su sonrisa, ¡lo veía correr! ¡Escuchaba sus carcajadas, con un retumbar en mi cabeza! Pensé ¡¿Por qué no se calla?!, ¡¿Por qué no se callan todos?!, aunque luego, traté de relajarme, me levanté de la silla, y salí a fumar un cigarrillo. Me acerqué a la puerta y de pronto dejé de escuchar las risas, abrí la puerta y salí… no había nadie afuera, miré a los alrededores, pensé que se estaban escondiendo. El ambiente era muy gélido y la noche… bueno, la noche estaba demasiado oscura, caminé hacia la carretera para ver mejor con la ayuda de los faros. Llamé a mi hijo sin respuesta alguna.
La angustia regresó, y el miedo se volvió horror cuando al alzar la vista al cielo nocturno, me percaté que no había nada allá arriba, ni la luna, ni una estrella, ni una nube, ¡nada! Mi corazón palpitaba desesperadamente. El cielo parecía tener un color negro muy extraño, lo único que alumbraba la tierra eran algunos faros de la carretera y las luces de la casa. De pronto, escuché un grito, era mi hijo, lo escuché desde los maizales, reaccioné rápidamente y corrí hacia allá, lo llamaba en todo momento, no paraba de gritar ¡Samuel, Samuel, Samuel! Pero antes de que entrara a los maizales, los vi, en medio de la oscuridad, reflejados apenas con la tenue luz, moviéndose lentamente, aquellas sombras con forma humana de más de tres metros entre los pastizales, mi mente racional no existía en ese momento… entré en pánico, no podía moverme, pero mi hijo estaba ahí y como pude corrí, me adentré en el pastizal gritando. Hasta que escuche su pequeña voz llamándome ¡papá! ¡Papá!, mientras corría veía las sombras y cada vez que me acercaba, parecía que se hacían más grandes y no sólo eso, sino que además comenzaban ya no a verse como sombras sino como algo mórbido con masa corporal, también había sombras que iban desapareciendo y las que caminaban en medio, se iban juntando, sus movimientos se hacían cada vez más bruscos y torpes. Poco a poco escuchaba unos extraños gruñidos que aumentaban mi pánico.
A medida que me acercaba a los gritos de mi hijo comencé a tener náuseas y mi visión se hacía borrosa, tropecé y caí, al levantarme dirigí mi mirada hacia donde estaban las sombras, pero ya no había ninguna… en vez de eso una especie de torre monstruosa, grisácea y carnosa se erigía hasta una altura más allá del cielo, donde mi vista no alcanzaba a llegar, por todos lados estaba llena de algo que parecían horribles fauces negras, sin labios, de diferentes tamaños por donde emergían aquellos extraños gruñidos y lamentos, y un inquietante humo oscuro, se movía, o más bien se arrastraba por el suelo con lo que parecían unos brazos humanos que temblaban como si estuvieran convulsionándose. Estaban por toda la base de la torre parecían putrefactos y llenos de sangre… No podía creer lo que estaba viendo, esa cosa se dirigía hacia mi hijo. Como pude me levanté y corrí hacia él, sin embargo, comencé a experimentar una sensación demasiado extraña; sabía que corría, pero no sentía mi cuerpo, los gritos de mi hijo y los gruñidos de esa cosa los podía escuchar en mi cabeza como un ruido insoportable, pero entre ese ruido escuché algo como un disparo y simplemente me desvanecí justo antes de llegar a mi hijo…
Cuando desperté estaba desconcertado, ¿había sido un sueño, una ilusión? mis oídos estaban zumbando, enseguida me di cuenta que estaba en un hospital, me sentía muy cansado, sin embargo, una imagen en mi cabeza de mi hijo me hizo gritar ¡¿Dónde está mi hijo?! Intenté levantarme, pero un terrible mareo y un dolor de cabeza y en mi hombro me lo impidieron. De pronto una enfermera entro y me dijo que me tranquilizara, que mi hijo estaba ahí, que me estaba esperando y que saldría a verlo pronto.
Tenía vendado el hombro derecho, me dijeron que me había curado una herida de bala. Cuando me sentí mejor, me revisaron y luego me dejaron salir. Toda mi familia estaba esperándome afuera y no pude contener las lágrimas cuando mi hijo se acercó corriendo hacia mí y me abrazó.
Pensé que todo había sido una mala pesadilla…
Regresamos a la casa, preparé mis cosas para irme, pero antes, mi hermano entro a mi cuarto, me dijo que estaba consciente de que yo no quería hablar pero que tenía que preguntarme algo. Ciertamente yo no quería hablar, pero aun así accedí a escucharlo y me dijo que ¿Por qué había entrado a los maizales?, me di cuenta entonces que no fue un sueño, le dije con molestia que fui a buscar a mi hijo que estaba ahí dentro, que estaba gritando y que me alegraba de haberlo encontrado luego le reproche de que cómo era posible que no lo hayan escuchado y por qué no me ayudaron. Con una expresión de extrañeza me dijo que Samuel y sus primos estaban en la casa, que habían entrado porque vieron a las unas sombras caminando entre los pastizales, que incluso cuando ellos estaban entrando, pasaron junto a mi cuando yo iba saliendo. luego todos me miraron desde las ventanas que iba corriendo y gritando entre los maizales hacia las sombras. Por lo que él fue por su escopeta, se subió a la azotea de la casa e intentó dispararles a las sombras, pero que el disparo me alcanzó a mí. Esto me es extraño ya que cuando yo escuche la detonación yo ya no veía ninguna sombra, sino otra cosa. Preferí ya no darle más vueltas al asunto, tomé mis cosas, me despedí de él y luego de los demás y regresé con mi hijo a Toluca.
He pensado mucho en lo último que me dijo mi hermano. Me pregunto ¿Habrá sido una ilusión todo lo que vi o habré sido yo el único que vio la verdad de las cosas? Y es que hay una última cosa que me intriga y que tengo temor, incluso de pensar…
Antes de escuchar el disparo, cuando vi la silueta de mi hijo de espaldas, no sé por qué razón volteé por última vez a ver aquella monstruosa torre… y me di cuenta que aquellas bocas y manos putrefactas eran idénticas a las de aquella mujer… aquella esposa mía… aquella, víctima de mi propio crimen que había querido olvidar y que tarde o temprano tendré que pagar, el asesinato de una madre que abandonó a su esposo y a su querido hijo, Ismael.
FIN
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