La Reina Oculta
I
Entonces, Vanesa, cuéntame, ¿Cómo es que sólo tú sobreviviste?
Está bien, aunque lo más seguro es que no me crea...
No puedo decir precisamente qué día comenzó todo. Yo crecí en este pueblo y como verá los pueblos a orillas del Estado de México son pequeños. Todos vivíamos tranquilos. Yo estaba con mis padres y mi hermana menor. Mis tíos vivían en la casa de al lado con su única hija, Luz… ese era su nombre. Recuerdo su cumpleaños, había cumplido seis. Entre todos organizamos una fiesta, ya que como le repito, el pueblo era pequeño, la mayoría nos conocíamos y algunos vecinos también cooperaron para el evento, entre ellos estaban los Quinteros, eran una pareja de ancianos muy simpáticos, el señor Luis era un buen hombre, iba a celebrar su cumpleaños ochenta unas semanas después. Desde que Luz nació, le tomó mucho cariño, tanto que a veces durante los fines de semana la buscaba para llevarla al centro a comprar golosinas, su esposa también era muy dulce, aunque no sé por qué no los acompañaba... tal vez sentía nostalgia porque no pudieron tener hijos.
También estaba la señora Laura, era nuestra vecina de al lado, nunca me cayó muy bien, a veces cuando mis padres discutían, ella salía a su patio disque a barrer o a regar sus plantas pero yo sabía que lo hacía por andar de chismosa, y no bastarle con eso, también era muy tacaña, para la fiesta sólo puso una mesa y algunas sillas que resultaron ser las mismas de su casa, en fin, para la comida ayudaron un señor llamado Gustavo y su hija Verónica quienes residían enfrente. Al parecer estaban viviendo ahí mientras el señor se recuperaba de un accidente de trabajo, nunca supe en realidad que le pasó, sólo lo veía andar con sus muletas. Su hija me daba risa, era una niña sin oficio ni beneficio, no acabó la preparatoria sólo para ayudar a su padre, metiéndose a trabajar de sirvienta en casa de los Acosta, los ricos del pueblo. Ella siempre me tuvo envidia, mis padres me decían que era mi imaginación, pero yo lo veía en sus ojos.
- ¿Por qué dices que lo veías en sus ojos?
Porque era obvio, yo soy más bonita que ella, además de talentosa. De hecho, cuando llegaron al pueblo, mis padres los invitaron a cenar y platicamos toda la noche, desde entonces cada vez que me veía, escuchaba su mirada preguntándose ¡¿Por qué no soy como ella?! ¡¿Por qué no puedo ser perfecta?!... Como sea, supongo que eso no es importante...
Los Acosta también participaron, fueron los que pusieron la mayor parte de los preparativos, contrataron meseros ¡Y hasta unos cocineros! Me parecían algo pretenciosos... Por otro lado, mis padres también cooperaron con algo de dinero para la comida y ayudaron bastante con los arreglos a pesar de nuestros problemas económicos, pero prefiero no hablar tanto de ellos...
Los días antes de la fiesta eran algo estresantes para mis padres ya que gastaban mucho dinero. Para mí, en cambio, fue más emocionante, estaba preparando unas piezas musicales de violín que interpretaría en la fiesta y hacer gala de mis talentos naturales. Cuando mis padres salían al supermercado o a platicar con mis tíos, yo me quedaba a practicar en la sala, eran vacaciones así que mi hermana también estaba en la casa, pero yo me aseguraba de que no hiciera mucho ruido...
- ¿A qué te refieres con eso, que hacías?
Los detalles no importan, lo importante es, que uno de esos días ocurrió algo que al principio no le tomé importancia, aunque ahora sé que debí de haberle prestado más atención... Mientas estaba ensayando escuché un grito, era mi hermanita, me levanté enfadada por haberme interrumpido, subí a su cuarto y le dije que no volviera a gritar o le iría peor… Ella estaba a espaldas de su puerta, volteó a verme y me dijo que algo la había tirado de la cama. Le dije- ¡No seas mentirosa! ¡Aquí no hay nadie más que tú y yo! – ¡No soy mentirosa, vi su sombra! – Me contestó, ¡No seas estúpida! – Yo seguía gritándole, ¡Nadie te va a creer esas tonterías, mejor ve a hacer algo de provecho como yo y deja de gritar como rata!... yo siempre quise a mi hermanita, pues era de la familia… comenzó a sollozar y me gritó ¡No soy estúpida y deja de decirme rata, yo soy tu hermana, pero tú a mí no me quieres!, la empujé, cayó al suelo, cerré la puerta y bajé de nuevo a practicar.
II
Cuando Rosa nació yo estaba muy emocionada ¡Tenía una hermana para jugar! La cuidaba mucho, siempre estaba al pendiente de ella hasta que creciera y pudiera jugar conmigo, incluso, nadie me cree, pero yo la vi dar sus primeros pasos y decir sus primeras palabras, yo le daba mis juguetes viejos y le compraba otros nuevos, nos la pasábamos jugando horas y horas luego de que yo llegara de la escuela, éramos inseparables… hasta que llegó el prescolar. Yo me sentía orgullosa de verla aprender, pero poco a poco se dejaba de interesar en mí, comenzó a tener muchos amigos y con la que más se juntaba era con Luz, ya saben, mi prima la del cumpleaños. Cuando llegaba de la escuela ya casi no encontraba a mi hermana en la casa porque estaba con su primita, se llevaba los juguetes que yo le había regalado… ahora no sé si la extraño, no sé qué sentir, supongo que aún la quiero, pero… ¡Fue ella quién me traicionó primero! Como sea, creo que debí haberle creído lo de las sombras, toda la semana antes de la fiesta se la pasó hablando de ellas, decía que las veía de reojo, unas veces más grandes, otras, decía que estaban en otros lados de la casa, claro que nadie le creía, a veces la escuchábamos hablando sola, como si estuviera reclamándole a alguien, era obvio que esto le molestaba.
Al principio yo trataba de no hacerle mucho caso al asunto, pero la noche anterior a la fiesta ocurrió algo muy curioso. Ese día, fue el único que Luz pasó a nuestra casa después de la escuela, esto se debió a que iban a ser los últimos preparativos para la fiesta, le hicieron su comida preferida, pero iba a ser una sorpresa así que le dieron permiso de quedarse a dormir con mi hermana.
Llegaron muy emocionadas, tenían planeada una pijamada ¡hm, Irónico!, yo siempre procuré que se fuera a la cama temprano… ¡total!, estuvieron jugando toda la tarde hasta llegada la noche, todos se fueron a dormir menos yo y ellas, que se quedaron en la habitación de mi hermana, hicieron una pequeña casa de campaña donde se quedaron un rato leyendo un libro de cuentos de terror que guardaba mi padre. Esto lo sé porque mi habitación está al lado y como el único ruido de la casa eran sus voces chillonas, escuchaba todo lo que decían, absolutamente todo... Hablaban de las sombras y del miedo que mi hermana les tenía, y de repente, no sé por qué, pero sentí una especie de escalofríos cuando Luz dijo que también veía sombras en su casa y que también la tocaban y la empujaban. Lo escabroso era que decía que en su casa eran muchas y que se movían por todos lados, que no las veía solamente de reojo, sino que también las veía de frente, sin embargo no le daban miedo ya que al parecer las veía como perritos fantasma y dijo que una de esas sombras era el espíritu de un cachorro que tuvo pero que había fallecido a causa de un estanque de agua y un estúpido descuido, pensaba que su perro había regresado a cuidarla y que cuando la empujaba era porque quería jugar con ella y porque además era algo torpe para andar en forma de espíritu, de haber sabido la verdad sobre esas sombras, en ese momento, le hubiera dicho que no era un asqueroso perro y que no tenían nada que ver con ella... Les contó a sus padres, pero naturalmente no le creyeron, le dijeron que no jugara con eso, que su perrito estaba en el cielo ¡ja! Ingenuos. Su tonta fantasía tranquilizó un poco a mi hermana.
Luego de un largo rato se dejaron de escuchar sus chillonas voces, se habían quedado dormidas, podía escuchas sus suspiros... aunque... ahora que lo pienso, no sé si mi mente me engañó de lo cansada que estaba, pero esa noche traté de ignorar algo... algo que se escuchaba en su habitación, una especie de chirrido, muy extraño y tenue, era como si algo se moviera por la habitación, ahora sé que no estaban solas…
III
El día tan esperado llegó. La familia se reunió primero, el patio de la casa era grande, así que había varias mesas, yo fui de las primeras en entrar para preparar mi número. Ya todo estaba arreglado para una gran fiesta, las mesas lucían manteles blancos de encaje y un florero en el centro con girasoles, alquilaron un castillo inflable para los niños, había adornos de caricaturas por todos lados, me pareció haber escuchado que incluso contrataron un servicio de sonido. La comida estaba lista, y poco a poco iban llegando los invitados. Los meseros andaban por todos lados acomodando los cubiertos, preparando botanas y demás cosas. Por mi parte había pedido el centro del patio para que mi presentación fuera espectacular, así que tuvieron que hacer algunos ajustes, al parecer los meseros se habían enfadado por esto, pero no podían negarse, era su trabajo.
Yo ya tenía todo preparado, sólo esperaba la hora de mi acto, así que regresé a mi casa para desayunar. Las niñas ya se habían despertado... estaban en la sala mientras los demás felicitaban a Luz, cuando mis padres me vieron, me dijeron que me acercara para darle un abrazo, y así lo hice... la vi, me acerqué, incluso casi me sentía feliz por ella, me agaché y con un abrazo le dije - ¡Feliz cumpleaños! Pero en el momento en que me respondió ¡gracias primita! Sentí una especie de repugnancia hacia ella como si hubiera tocado una asquerosa bolsa de basura, la solté de inmediato y dije que iría a buscar algo de comer.
Mientras comía, no dejaba de tener esa sensación de repugnancia, incluso casi devolvía la comida, esto me hizo enojar mucho, tenía ganas de ir y ahorcarla por arruinarme mi desayuno, como sea, son cosas que piensa cualquiera cuando una está enojada ¿O no?... da igual… el punto es que a medio día ya estaba todo listo, así que nos dirigimos a la fiesta, Luz iba con los ojos vendados y al entrar, todo mundo, familiares, vecinos y amigos gritaron ¡Felicidades! Luz estaba tan emocionada que casi se suelta en llanto, todos la abrazaron y le dieron sus regalos, ¡fue una escena tan patética!... Luego nos pasaron a las mesas. Luz recibió tantos regalitos que tuvo que ir a dejarlos a su habitación, mi hermana la quería acompañar, pero mi madre la detuvo diciéndole que si se iba, no alcanzaría comida… ¡Los padres y sus tonterías!... aunque esas tonterías le salvaron la vida… en fin, mi enojo se hizo más grande cuando decidieron adelantar la comida porque los adultos estaban cansados y hambrientos por lo que pasaron mi presentación para después. Hacía tiempo que no me sentía tan frustrada y enojada, tenía ganas de golpearlos a todos, ¡pero juro que yo no hice nada!...
- ¿Entonces, que pa…
¡Desde ese momento odié a todos, quería matarlos! ¡Pero sé que yo no hice nada!... ¿Quieren saber qué pasó? ¡Pues fue aquí donde comenzó todo!… Luz fue sola a dejar sus regalos, los minutos pasaban y pasaban y ella no regresaba. Todos la estaban esperando para servir la comida, su madre la llamaba, pero no respondía y sin saber lo que ocurría, algunos decían bromas estúpidas. Siendo sincera creo que todos se merecían lo que les pasó, como sea, la tía pensó que se había quedado entretenida con sus regalos y como ya se estaba desesperando, decidió ir por ella, así que entró a la casa y después de un momento, un repentino y aterrador grito despertó los sentidos de todos los presentes, dejándonos perplejos por un instante, hasta que un segundo grito llamó a mi tío, quien se levantó rápidamente y corrió a la casa. Mis padres, preocupados, lo siguieron y yo por querer saber lo que pasaba, corrí detrás de ellos también. Atravesamos el pasillo, subimos las escaleras hasta llegar a la habitación… Lo que encontramos fue una escena tan horrible y repugnante que no me atrevo a contar los detalles, ¡espero me perdonen pero sólo de recordar!…
-Tranquila, dinos lo que puedas
Mi tía estaba forcejeando desesperadamente con Luz, pero Luz ya no parecía su preciada hija, su apariencia era como la de una pequeña bestia extraña tratando de devorarse a sí misma, sus dientes arrancaban grandes pedazos de carne de su cuerpo, su madre, desesperada y llorando, intentaba apartar la boca de su propio brazo mientras gritaba por ayuda… Todos nos quedamos en shock por un momento, hasta que mi tío reaccionó y también intentó detenerla… estaba perdiendo mucha sangre, así que mis padres tomaron ropa y mantas que había en el cuarto y entre todos logramos amarrar su brazo, a duras penas pudimos someterla, pero esto la enfurecía más ya que no paraba de gritar y de gruñir. Pataleaba y se retorcía bruscamente siempre queriéndose morder ¡Fue espantoso! ¡No podía creer lo que veía! ¡Y su mirada, esa siniestra mirada roja!... Pero lo peor faltaba por llegar.
Mi padre me dijo que llamara a una ambulancia, pero mi tío quería llevarla al hospital en su camioneta porque no había tiempo, en realidad nadie sabía qué hacer, así que tome mi teléfono y llamé a una ambulancia. Salimos rápidamente al patio con Luz envuelta en sábanas que goteaban sangre, obviamente todos se aterraron al ver tal escena, gritaron, se desmayaron, la locura había comenzado… les dije que la ambulancia ya estaba en camino, pero ni siquiera me escucharon y se fueron directamente a la camioneta de mi tío, mis padres también subieron, yo estaba tan nerviosa que no escuché lo que mi madre me dijo en ese momento. Sin embargo, tenía que saber que mis padres estuvieran bien. Me di cuenta que el señor Luis se conmocionó demasiado, ¡claro!, era su pequeña consentida, estaba casi en shock y cuando reaccionó dijo que iría tras ellos para saber lo que pasaba, aproveché para ir con él en su carro, él accedió casi sin pensarlo. Llegamos al único hospital del pueblo, a Luz ya la estaban atendiendo de urgencias. Mis padres estaban afuera, mi madre lloraba mucho, decía que Luz no paraba de gritar y que la intentaron sedar pero su cuerpo no cedía a la anestesia, incluso los sedantes más fuertes no le hacían efecto, de pronto, mi padre la interrumpió, me miró con dureza y me preguntó por mi hermana, la había olvidado por completo, me reclamaron y me regañaron como nunca lo habían hecho, traté de alegar que estaba preocupada por Luz y sólo pensé en ir al hospital, pero ellos seguían regañándome, ya no sabía ni que decir y lo único que contesté fue – está bien, ya me voy. Salí del hospital y traté de ignorar las miradas de la multitud porque sabía que me observaban, ¡jamás me había sentido tan humillada!, estaba tan molesta por la forma en que me habían hecho quedar, caminé de prisa y tomé el primer taxi que vi y me dirigí a la casa de mis tíos. Cuando llegué, había algunas personas afuera, les pregunté por mi hermana, me dijeron que no la habían visto. Entré a la casa, pero no estaba, sólo se habían quedado los meseros recogiendo sus cosas, les pregunté, me contestaron que ya todos se habían ido, me puse algo nerviosa y lo único que se me ocurrió fue correr a mi casa. Entré gritándole, y de repente salió de la cocina llorando y reprochándome por haberla dejado sola, quería pedirle disculpas, decirle que estaba preocupada y que no sabía lo que hacía, pero ella no dejaba de gritarme que estaba muy asustada, que las sombras se la querían llevar y que corrió a la casa al ver que me había ido. Pero cuando mencionó lo de las sombras no pude contener más mi enojo, quise golpearla, pero sólo la regañé y la mandé a su cuarto porque ¡¿Cómo se le ocurría hablar de eso después de lo que había pasado?! Fue lo que pensé en ese momento, ¡obviamente yo no sabía! ¡No pueden culparme por tratarla así!
- Está bien, nadie te está culpando de nada, continua por favor
Pasaron algunas horas hasta que mi madre llamó por teléfono y me preguntó por mi hermana, le dije que estaba bien pero que tenía que saber lo que pasaba con Luz, me contestó que no paraba de gritar y que nadie sabía lo que tenía, que tal vez pudiera ser una nueva forma de rabia o algo por el estilo, así que la pusieron en cuarentena para evitar una posible infección. Mientras me hablaba no podía evitar notar la angustia en su voz… después alguien la llamó y me tuvo que colgar.
IV
Me quedé sentada en el sofá mientras poco a poco llegaba la noche esperando a que todo acabara, lo que no sabía era que ese oscurecer apenas era el comienzo… De pronto mi hermana bajo de su habitación, se me acercó y me susurró que había escuchado algo, le dije: ¡No seas tonta, aquí sólo estamos tú y yo! Y justo en ese momento escuchamos un sonido muy extraño que provenía de la planta superior, era como si algo se estuviera arrastrando pesadamente por la habitación de mis padres, y además estaban esos chirridos desesperantes que había escuchado aquella noche en la habitación de mi hermana, por un momento pensé que eran ratas, pero Rosa, que ya estaba sollozando, me volvió a susurrar que eran las sombras, estuve a punto de contestarle pero de repente la casa tembló violentamente, una y otra vez, como si fueran enormes pisadas de algo que se acercaba, ¡fue muy aterrador!, las cosas se caían. Ni siquiera nos podíamos mantener de pie, nos abrazamos y nos tiramos al piso, ella lloraba mucho y yo sólo cerré los ojos mientras rebotábamos por toda la sala, hasta que de la misma forma que empezó, se detuvo, casi de inmediato salimos a la calle, los vecinos también habían salido de sus casas, todos estábamos desconcertados y es que además de los temblores había algo muy extraño en el ambiente, eran cerca de las 6 de la tarde y el cielo estaba totalmente oscuro, una profunda noche había caído y todos los faros de la calle estaban prendidos… ¡Esos malditos faros! Volvimos a entrar a la casa y rápidamente tomé mi teléfono para marcarle a mi padre, pero antes de que pudiera hacer la llamada, el teléfono sonó, era él, al contestar, un horrible miedo se posesionó de mí al escucharlo llorando mientras me decía: ¡toma a tu hermana y váyanse del pueblo! Sólo dijo eso y colgó… y nuevamente los chirridos, esta vez los escuché en la cocina, el sonido era más nítido, podía escuchar como las cosas se caían, como si alguien o algo las tirara, tomé a mi hermana y le dije que iríamos por nuestros padres.
Salimos corriendo a la calle, la primera persona que vi fue al señor Gustavo con su hija, estaban entrando a su casa, lo alcancé a abordar para decirle que me llevara al hospital porque algo malo estaba pasando allá y necesitaba saber de mis padres, dudó un poco por su condición, pero accedió a llevarnos en su carro. Durante el recorrido noté que los temblores se habían sentido en todo el pueblo ya que había mucha gente fuera de sus casas y todos los faros brillaban igual en todos lados. Cuando estuvimos llegando al hospital vimos que un caos se había desatado, la gente corría desesperada por las calles, la mayoría salía del hospital, a Gustavo le era difícil conducir entre tanta gente, bajamos del coche pero una persona que pasó cerca nos dijo que corriéramos, que había demonios dentro del hospital, Gustavo trató de preguntarle sobre lo que estaba ocurriendo pero lo ignoró y siguió corriendo sin detenerse, y de nuevo los chirridos… había gente que salía de la entrada del hospital, gente que ya no era gente, tenían el mismo aspecto espantoso que tenía Luz, ¡eran como bestias que se comían a sí mismas! ¡No lo podía creer, era horrible! ¡Se arrancaban pedazos de carne con sus bocas, otros se extirpaban los ojos y se los comían, se arañaban la cara! ¡Todo estaba lleno de sangre, había extremidades por todas partes! Luego vimos que una de esas cosas estaba tan mutilada que parecía ya no tener sangre. De pronto comenzó a tener convulsiones muy extrañas, su cuello se inflaba como si fuera un globo y de su boca le empezó a salir una especie de burbuja negra como petróleo, el cuerpo de aquella persona se derrumbó en pedazos y la sustancia negra se convirtió en una sombra que rápidamente, con un chirrido espantoso atrapó y envolvió a una mujer que trataba de huir, parecía que la apretaba hasta que se metió en su cuerpo y en instantes se estaba devorando al igual que los demás, Gustavo ya había entrado al auto y nos gritó que nos fuéramos con él pero le dije que no podía irme sin mis padres, me dijo que no dejaría a su ¡tonta! hija sola, arrancó su coche y se fue tan rápido que no le importó atropellar a los que se le cruzaban. Las cosas se ponían peores, no pudimos entrar. Mi hermana y yo nos quedamos en shock pero alcancé a reaccionar, sabía que ya era tarde y que no podíamos quedarnos ahí, la tomé de la mano y corrimos lo más que pudimos, ella no dejaba de gritar por nuestros padres, yo ni siquiera pensaba, sólo veíamos como las sombras poseían a la gente, no sabía a donde ir, sólo corría por la calle, sentí que no había escapatoria ya que las sombras también salían de las casas, no paré de correr hasta que, como un destello en mi mente, pensé en alejarme de las personas, jalé a Rosa para irnos entre las calles hasta no ver más.
Llegamos a la plaza central donde los faros tenían su brillo normal, lo extraño era no había gente. Caminamos buscando un refugio, aunque en realidad, en ese momento no creí que existiera un lugar así. Seguimos caminando para recuperar el aliento hasta que al pasar por un pequeño autoservicio salieron el señor y la señora Quinteros, estaban sorprendidos de vernos pero sus rostros mostraban terror, nos pasaron a la tienda , estaba totalmente oscura, pensaban quedarse ahí hasta que amaneciera y pudieran irse del pueblo ya que el coche de Luis se había descompuesto sin razón alguna, Rosa se soltó en llanto preguntando por nuestros padres pero Luis tuvo que calmarla de inmediato, teníamos que hacer el menor ruido posible, traté de preguntarle por nuestros padres pero sólo me dijeron que debían estar bien, que no me preocupara y que tratara de no hablar mucho. Quise saber cómo habían llegado ahí si para salir del pueblo tendrían que haber tomado otra ruta, les pregunté, pero sólo me callaban. Todo era muy sospechoso, aunque por un momento, creí que estaríamos a salvo, incluso nos atrevimos a prender una pequeña vela para sentirnos más seguros… y tal vez hubiera sido así si Lucía no hubiera sacado un rosario de su delantal y comenzar a rezar en voz baja, su esposo no le decía nada, eso me molestó, estuve a punto de callarla… pero se detuvo antes, incluso antes de terminar su oración, volteamos a verla y con la poca luz que había noté una horrible mirada angustiosa en sus ojos, no se movía, su rosario chasqueaba como si le temblaran las manos y su boca emitía unos quejidos leves pero espantosos, en ese momento comprendí lo que pasaba, grité que corriéramos, me levanté y jalé a mi hermana fuera del local, pero el señor Luis se quedó gritando desesperado intentando salvar a su esposa, Rosa volvió a llorar pero ya no había nada que podíamos hacer, corrimos de nuevo sin mirar atrás, sentí que tenía que volver a casa, que tal vez nuestros padres estarían ahí buscándonos así que nos dirigimos hacia allá a pesar de que nos tardaríamos un par de horas a pie. En ese momento no pensaba, apenas podía oír el llanto de mi hermana, sólo corría, no sentía mis piernas, las luces de los faros me cegaban, las calles me parecían túneles infinitos, sentía como si en cualquier momento me fuera a desmayar…
Debimos de haber corrido unas tres calles hasta que Rosa no pudo más y me soltó cayéndose al piso por el cansancio, yo también me detuve, no recuerdo qué le dije o si le dije algo pero lo que me hizo volver a mí misma fue que vi a alguien que se acercaba desde el fondo de la calle, pensé que era una de esas cosas, así que traté de enfocar mi vista para poder escapar y cuando lo logré, vi que era una chica llorando y corriendo hacia nosotras, era Verónica, llegó y me abrazó, estaba llena de sangre y conmocionada, fue una sensación muy extraña, las dos estábamos aterradas pero era evidente que no habíamos vivido las mismas cosas. Intuí lo que le había pasado y sentí algo de tristeza, me tranquilicé un poco y le dije que teníamos que salir del pueblo. Rosa también se apaciguó, así que nos levantamos y decidimos tomar la ruta más cercana para la carretera.
Caminamos y caminamos, las calles estaban inexplicablemente vacías, pero al menos los faros tenían su brillo normal, llegamos al parque del sur, tenía poco alumbrado, la oscuridad era inquietante, pero rodearlo hubiera significado tardarnos más del doble de tiempo. Nos miramos a los ojos y decidimos que lo mejor era cruzarlo. Seguimos caminando y por alguna razón temía que el sonido de la grava bajo nuestros pies nos delatara, sólo el viento que mecía los columpios nos acompañaba, hacía frío y estábamos cansadas, el ruido de nuestras pisadas comenzaba a desesperarme, tanto que me detuve, Verónica me dijo que no debíamos parar pero yo ya no podía, le dije que descansemos un momento, ella no quiso, decía que era peligroso detenernos en medio del parque, le dije que no era necesario discutir, pero ella insistía. Yo ya no aguantaba y parecía que no comprendía que Rosa también estaba cansada. Verónica sólo veía por sí misma, no le importaba mi hermana, me estaba comenzando a irritar, y de pronto escuchamos el crujir de la grava, claro, eran pasos, Verónica entró en pánico y salió corriendo hacia quien sabe dónde, mientras nosotras nos quedamos en el suelo hasta que vimos que alguien se acercaba. Su silueta era algo familiar, sin embargo no actuaba como esas cosas, parecía que trataba de identificarnos desde lo lejos, se acercó más hasta que pudimos ver que era la señora Laura, también ella nos reconoció, fue extraño verla, de todas las personas que pudiéramos encontrar ella era la que menos me hubiera esperado, estaba sorprendida de ver a alguien, decía que había estado caminando por horas escapando de aquellas personas, nos preguntó por nuestros padres, le dije que no los había visto desde que llevaron a Luz al hospital pero no pareció darle mucha importancia a lo que le dije, me interrumpió y nos dijo que teníamos que salir de ahí. No podíamos dejar a Verónica sola, así que propuse ir a buscarla, estuvo de acuerdo, con la condición de que no nos tardásemos mucho.
Caminamos por el parque, estaba tranquilo, pero no la encontrábamos, obviamente no quisimos gritar. Poco a poco comenzábamos a perder la esperanza, hasta que Laura se desesperó y dijo que ya nos fuéramos. Yo no estuve de acuerdo, así que traté de ignorarla y seguí caminando, entonces me jaló del brazo y con un tono prepotente me dijo ¡¿Qué acaso no me escuchaste niña?! Me zafé y le contesté que no iba a dejar a Verónica sola y que no me hablara de esa manera, estuvo a punto de gritarme, pero escuchamos un grito no muy lejos, estaba segura que era Verónica, tomé a mi hermana y corrí hacia esa dirección. A la señora no le quedaba otra que seguirme con sus refunfuños, llegamos a un arbusto dónde Verónica estaba escondida mientras que del otro lado se acercaba una de esas personas infectadas, tenía un brazo colgando, la cara desfigurada y todo el pecho destrozado, era evidente lo que seguía… apenas me acerqué y los faros se encendieron, sólo en ese momento nos dimos cuenta que no era el único infectado, toda una horda detrás de él se había iluminado, corrí hacia ella y la jalé para que nos fuéramos, sin importar ya la dirección sólo buscamos salir del parque… ¡era aterrador, esas cosas nos perseguían! Podía oler el hedor a podredumbre y sangre, no sé cómo aún podíamos seguir corriendo, lo cierto es que Laura era una señora con muy poca condición física, me sorprendió que haya sobrevivido tanto, aunque su suerte acabó ahí, el parque tenía muchos obstáculos, sólo escuché como cayó mientras gritaba de desesperación, volteé, pero ya no había que hacer, tuve que dejarla atrás…
- ¿No podías ayudarla?
¡No, claro que no! ¡Llevaba a mi hermana! ¿Qué esperaba, que la arriesgara por una… señora metiche y ególatra que sólo se interesa por sí misma? ¡Además lo importante aquí es que apenas pudimos escapar! Llegamos a una calle cerca de la estación de autobuses, era el único lugar al que podíamos ir. Buscamos refugio en uno de los camiones, sólo escuchábamos los pasos de todas esas personas ¡y esos malditos chirridos! Aguantamos mucho tiempo escondidas hasta que creímos que era oportuno salir. Nos acercamos cautelosamente a la puerta, estaba despejado, y de pronto, de nuevo los chirridos, los escuchamos a nuestras espaldas, dentro del camión. Entré en pánico… una sombra jaló a Verónica, ¡Estoy segura que yo no la empujé! ¡Lo juro! volvimos a correr, de nuevo sin dirección, solas de nuevo…
V
Llegamos a un lugar muy apartado donde había pocos faros y una pequeña tienda en una esquina, entramos de prisa, detrás del mostrador estaba un viejito que muy amablemente nos quiso saludar con una sonrisa, pero al vernos cambió totalmente su rostro. Estábamos tan aterradas que era como si nuestra expresión no pudiera reflejar todo lo que sentíamos, era tanto el horror que emanábamos que pareció que el viejo también lo sintió hasta en lo más profundo de sus entrañas, tanto que se levantó rápidamente de donde estaba sentado y cuando nos dimos cuenta ya traía una escopeta en las manos. Nos preguntó que qué era lo que estaba pasando, pero no podíamos hablar estábamos atónitas, se asomó a la calle, nos preguntó si alguien nos estaba siguiendo pero tampoco pudimos contestar, de pronto mi estúpida hermana dijo que su prima estaba enferma y que no la dejarían salir del hospital, empezó a hablar de Verónica, de Laura y de los ancianos… sus palabras me empezaban a colmar la paciencia, yo ya no quería estar en ese pueblo ¡y esa niña sólo hablaba puras idioteces!
Aquel hombre se sentó frente a nosotras, estaba un poco más calmado, aunque no soltaba su arma. Nos miró fijamente. Recuerdo que dijo que debíamos de estar calmadas y luego nos preguntó de qué estábamos escapando, le contesté que no sabíamos pero que teníamos que salir del pueblo, se levantó, se volvió a asomar a la calle y con mucho cuidado cerró la cortina de la tienda mientras que con un tono sospechoso nos dijo que sea lo que sea nadie debía de entrar… Regresó con nosotras acercándose un poco más y nos siguió preguntando cosas como si fuera un interrogatorio, sobre nuestros nombres, dónde vivíamos, nuestra edad. Yo ya sabía a dónde llevaban esas preguntas y eso me hacía irritar más, su mirada era cada vez más inquietante. Se levantó y dijo que nos traería algo de tomar, cuando se fue le dije a mi hermana en voz baja que teníamos que irnos, pero ella tenía miedo de volver a salir, pensaba que ahí sí estábamos seguras, estuve a punto de golpearla de nuevo, pero me contuve. Después, el viejo regresó con dos tazas de té, le dije que no queríamos, que teníamos que salir del pueblo, pero insistió. Yo seguía rechazando hasta que llegó un momento en que su expresión se tornaba violenta… una violencia que me contagió, alcé la voz, me miró con sospecha y tratando de calmarse dejó las tazas en el mostrador susurrando cosas con una sonrisa perversa, luego sostuvo su arma frente a su pecho y dijo que teníamos que quedarnos esa noche ahí porque vivíamos muy lejos, le grité que no importaba, ¡que nos dejara salir! Mi miedo se opacó por el enojo mientras que mi hermana empezó a sollozar. El viejo siguió diciendo que no nos dejaría ir porque no era correcto y que no lo permitiría. Me levanté frente a él y lo reté con la mirada, él solo seguía con esa risa desesperante, pero yo no iba a dejar que me intimidara. Lo miré fijamente y la forma en que sostenía el arma… dejé de hablar… y un impulso me hizo abalanzarme hacia él y alcancé a tomar la escopeta, creo que no se esperaba mi reacción, tal vez pensó que intentaría correr o tal vez le sorprendió que fuera más fuerte que él… forcejeamos hasta que lo tiré al suelo, intentó golpearme pero como le repito yo era más fuerte y cuando estuve a punto de quitarle el arma, una de las ventanas se rompió, y una gran sombra en forma de ese líquido extraño entró haciendo esos malditos chirridos. Me levanté retrocediendo rápidamente, el viejo apenas pudo reaccionar, disparó una vez, pero fue inútil, aquella cosa lo envolvió y lo poseyó. Cargué a Rosa como pude y corrí hacia el interior de la tienda donde se encontraba la casa… de pronto volvimos a sentir los temblores, llegamos gateando al patio que estaba totalmente oscuro, sólo el tenue reflejo de la luz de la tienda nos permitía saber dónde estábamos. Volteé y alcé la vista, podía ver la luz de los faros que brillaban con mucha intensidad del otro lado de la tienda, en la calle, y una gran sombra se figuraba entre la luz… quedé paralizada y se me hizo un nudo en la garganta, ¡sentí cómo se me escapaba una lágrima!… ¡aquella sombra gigantesca con forma de conejo estremeció lo más profundo de mi corazón!... los temblores cesaron. Levemente sentí que mi hermana me jalaba para que reaccionara. Apenas la escuchaba llorar y reclamándome el por qué le había disparado a aquel viejo, bajé la mirada y noté la escopeta en mis manos y algo de sangre en la ropa de Rosa, solté el arma y miré la puerta que daba a la tienda… seguía abierta pero aquellas sombras no la atravesaban, sólo las veía brincotear en la luz de la tienda, me agaché para ver a Rosa que no paraba de llorar pero yo ya no estaba molesta, a decir verdad ya no sentía nada, le dije que tenía que obedecer a nuestro padre y correr fuera del pueblo, ella no quería separarse de mí, así que la levanté y con la pobre luz que había, alcancé a ver una puerta que daba hacia un callejón sin faros. Me dirigí hacia allí llevando a mi hermana jalándola de la ropa… había una vieja reja que dividía el callejón de la calle, abrí la puerta y a pesar de todo lo que se resistía, me suplicaba y gritaba no me tomó mucho esfuerzo aventarla a la calle, sólo le dije “corre”… las sombras se acercaron a ella y fue así que empezó a correr… yo sólo me senté recargada en la pared al margen de la oscuridad viendo cómo la atrapaban y la poseían… dejó de llorar y comenzó a gruñir y a devorarse como los demás… una pequeña sombra con orejas estaba frente a mí, no se movía, sólo estaba ahí mirándome y yo la miraba también… Sé que todo esto no lo causé yo ¿Cómo podría? Pero no puedo dejar de pensar que todo ocurrió como si yo lo hubiera deseado. como si todos hubieran sido castigados por lo que me hicieron…
¡No era Luz, no era mi madre, ni siquiera mi padre! ¡Era su culpa por haber nacido así! ¡Era mi conejo, y su maldita alergia hizo que mi padre lo matara! Me dijo que lo llevaría a una granja con otros conejos ¡pero me mintió! Pensó que no me daría cuenta porque estaría en la escuela, pero ese día no quise ir y me escondí en el sótano de la casa y lo vi todo, vi cuando bajó las escaleras con mi conejo en sus manos, vi cómo le costaba trabajo romperle el cuello ¡Y cómo empezó a chillar como esas malditas sombras!... Ahora lo sé, desde el momento en que vi que estaban atrapadas en la tienda comprendí que la oscuridad siempre ha sido mi mejor aliada…
Fin de la entrevista.
Vanesa presenta severos daños psicológicos que se sintomatizan con delirios y negación de la realidad. Pese a su discurso y en base a las investigaciones periciales realizadas en el lugar de los hechos no se le puede responsabilizar por crimen alguno ya que las pruebas para ello son nulas debido a la extraña naturaleza de las muertes que coinciden con lo dicho por Vanesa. Debido a su estado mental su única alternativa es la reclusión psiquiátrica.
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