El réquiem de Yara
Primera parte. Un re-encuentro con el destino
Se dice que el nombre es la parte más fundamental de la identidad, le da sentido a nuestra existencia y en ocasiones nos proporciona un destino…
Yara fue una niña afortunada desde su nacimiento, siempre amada y protegida, hija única de Sandra y Gabriel quienes le brindaron toda su atención junto con un mundo desprovisto de carencias. Desde el preescolar asistió a escuelas de prestigio, contó siempre con los mejores médicos, sus padres nunca la desatendían, incluso le planearon el mejor de los futuros, nada le faltaba… Cursó primaria, secundaria y preparatoria con excelentes calificaciones; algunas veces recibió menciones honoríficas, su inteligencia era excepcional. Cualquiera que la viera pensaría que es la hija perfecta con una vida perfecta, incluso para Yara no estaba mal, llegada su adolescencia le bastaba con pensar que su vida estaba resuelta sin tanto esfuerzo. Sin embargo, conocía sólo la superficialidad de los problemas más no la profunda e infinita protección de sus progenitores, lo cual le formó un carácter sosegado; cualquier indicio de conflicto en su vida era apaciguado de inmediato con la característica fiereza de padres sobreprotectores, mientras ella, deslindada, apenas conocía la naturaleza de cualquier batalla.
Llegó la universidad, Yara estaba entusiasmada por una nueva etapa en su vida. Durante los últimos meses de la preparatoria, escuchaba el júbilo con que sus compañeros hablaban sobre qué carrera elegirían; de pronto, sensaciones y pensamientos atípicos comenzaron a aparecer. Hasta ese momento no había pensado que rumbo tomaría su vida, así que en un acto de imitación pensó qué carrera podría elegir. No obstante, sus padres ya habían hecho una lista no muy larga de las opciones que consideraron mejores para ella y no sólo eso, sino también las más seguras para su integridad física. Tenían la fuerte convicción de formar a su preciada hija como la mejor que haya conocido el mundo, a final de cuentas, ella siempre fue su ángel milagroso que había que cuidar, así fuera a costa de sus propias vidas… La lista, cual pretenciosa en su contenido, se limitaba a opciones que, de acuerdo al juicio de Sandra y Gabriel, requerían escasos conflictos con otras personas, opciones tales como: diseño, arquitectura, economía, bibliotecología, administración, eran perfectas para los fines establecidos. Yara nunca les dijo lo que en la intimidad de sus pensamientos habría preferido, sabía que, de todas formas, las decisiones eran de sus padres o por lo menos la mayoría. Así que, aquella pequeña ilusión, de la cual ahora se sentía avergonzada, se desvaneció tan rápido como el hecho de que no le fue difícil optar por la carrera de bibliotecología.
Los primeros días en la universidad transcurrían tranquilos, tal vez la única diferencia de los colegios anteriores era que sus compañeros se interesaban más en conocerla, pero fue algo tan efímero que sólo duró unas pocas semanas ya que hizo el hábito de coleccionar pequeños problemas; no tenía dificultad para pasar las materias y aunque los trabajos en equipo eran obligatorios, su inteligencia le permitía resolver cualquier tarea o actividad terminando la mayor parte de los trabajos por su propia cuenta, no le importaba que sus compañeros tuvieran buenas notas a costa de ella, no era su problema, a decir verdad no le importaban muchas cosas, y esto le costó que sus compañeros la tacharan de engreída y poco a poco se iban alejando de ella. De cualquier forma, al final sólo tenía que dedicarse a cumplir con sus obligaciones y esperar las decisiones de sus padres a pesar de que algo en su alma la inquietaba, pensaba que ese algo le estorbaba como si fuera una minúscula piedra en un zapato, que sabía que estaba ahí pero que no podía ver y que sentía lejos a pesar de estar en su propio cuerpo.
Los días seguían pasando igual que siempre para Yara, pero la universidad no es un libro cerrado, es más bien un mundo abierto y esta vez tenía más libertad. Así fue, que un día se encontró con la feria de talleres que se organizaba cada año para invitar a los estudiantes a participar en las actividades extracurriculares. Había de todo: pintura, danza, música, teatro, fútbol, todo un abanico de posibilidades. Nunca había ido a un parque de diversiones, pero el estar ahí, para ella, la sensación era lo más parecido a estar en uno. En cada taller que pasaba sentía que algo en su interior le gritaba, que aquel camino rígido que estaba planeado para su vida se desmoronaba, incluso llegó a sentir algo de pánico, pero no se detuvo. Examinaba cada taller detalle a detalle dejándose llevar por la sensación que cada uno le producía, hasta que llegó a uno que la atrapó por completo; la escena era increíble, podía sentir la energía de cada movimiento de los participantes, el éxtasis, la adrenalina, la euforia del Tae Kwon Do. Nada se podía comparar a su entusiasmo, quería compartirlo con sus padres, pero al final se detuvo, sabía que la alejarían de ello. Por largos días meditó sobre lo que tenía que hacer, por un lado, podía quedarse en lo seguro y hacer feliz a sus padres, estar sin problemas, sin conflictos, pero por otro, podía hacer su propio camino, buscar esa sensación otra vez, no quería olvidarla e incluso quería tener la oportunidad de sentir otras más, aunque eso supondría enfrentar la culpa que le harían sentir sus padres. Al final se le ocurrió que no tenía por qué decirles, nunca les había mentido u ocultado algo, no había tenido que hacerlo. Estaba nerviosa pero decidida, ese día se inscribió al taller de Tae Kwon Do, tuvo que saltarse una clase y sabía que tenía que seguir haciéndolo, pero también sabía que podía pasar cualquier materia hasta con los ojos cerrados. No hay palabras para describir lo emocionante que fue su primer entrenamiento, sintió que por primera vez había tomado una decisión, una a la cual se aferraría con su vida.
A partir de ahí los días ya no serían los mismos, sino que cada uno era una nueva promesa. Todo lo tenía perfectamente controlado; faltaba a clases las horas que coincidían con el entrenamiento, se duchaba en la escuela y su uniforme podía dejarlo en el salón ya que se cerraba con candado. En cuanto a sus materias llegó a acuerdos de exámenes y trabajos extras con los profesores con los que tendría que faltar, uno de ellos le había tomado especial cariño a Yara y la apoyó sin dudarlo, Tanok Luna, un hombre amable de sesenta y siete años, quizá la única persona que comprendía sus verdaderas emociones.
Yarel, su Sabon Nim, una persona carismática con una increíble habilidad para manejar grupos de una manera estricta, pero gentil, de tal forma que sabía crear un ambiente de total respeto en el equipo, vio en Yara un gran entusiasmo desde el primer día, notó cómo de inmediato se integró al grupo con genuinas habilidades sociales y con el tiempo fue percibiendo una sorprendente inteligencia cinestésico-corporal, por lo cual le auguro un futuro prometedor. Mientras tanto, Yara sabía que algo estaba cambiando en ella, en ocasiones sentía la necesidad de rebelarse contra sus padres y decirles ¡no! a sus órdenes y cuidados, pero aprendió a contenerse y liberar esa tensión en los combates. Sólo la culpa llegaba a ser pesada, sus padres constantemente le decían lo orgullosos que estaban y lo mucho que habían sacrificado por ella, que eso los hacía felices porque era “una niña de bien”. Estas palabras la habían introducido en una crisis emocional, sin embargo, por primera vez en su vida se sentía verdaderamente feliz, había hecho buenos amigos y se esforzaba por algo que de verdad quería, ya no iba a dejarlo por nada del mundo.
En poco tiempo llegó a ser de las mejores del grupo, obtuvo su cinta negra a los 19 años. A diferencia de lo que vivía con sus compañeros de la carrera, aquí, sus logros eran elogiados. No podía asistir a todos los eventos ya que a veces le era imposible justificar sus salidas, eso era frustrante, y es que a la par crecía su deseo de ser la mejor, ya no sólo del grupo sino también de la región y luego, tal vez del país, estaba harta de los límites…
Terminó la universidad a los 20 años, se aseguró de hacerlo con honores para no levantar sospechas. Sandra y Gabriel le organizaron una gran fiesta para festejar su triunfo, pero eso sólo hizo que la crisis de Yara se acentuara más, llegó un punto en el que ya no podía controlar la culpa de ocultar su verdadera vida. Se dio cuenta que todos los sentimientos que recibían sus padres eran falsos mientras que todo su amor estaba depositado no sólo en el Tae Kwon Do sino también en su grupo y en su Sabon Nim, había construido una relación más verdadera con ellos, estaba confundida, no era que no quisiera a sus padres, al contrario ella deseaba que las cosas no fueran así, hacía un gran esfuerzo por no contarles sobre su felicidad precisamente porque en el fondo quería compartirlo con ellos. La culpa comenzaba a ser más incontrolable y a carcomer su alma. Poco a poco se volvía más violenta, sentía que no merecía la fiesta de graduación, pero no era capaz de decirle a sus padres. Ese día, Gabriel le tenía una sorpresa, durante su discurso de felicitación le dijo que le había conseguido una excelente oferta de trabajo en una nueva editorial de libros con un gran futuro ya que él mismo se estaba encargando de la administración empresarial y no habría más orgullo para él que crecer junto a su pequeña hija. Yara sintió un gran golpe en el pecho ya que minutos antes había recibido una llamada de Yarel diciéndole que habían sido invitados a un gran evento de artes marciales donde se premiaría a nivel mundial al mejor peleador y Yara era la candidata favorita por el equipo, sin embargo, la condición era viajar a Corea por una semana.
El día del evento se acercaba y su padre esperaba una respuesta, la ansiedad aumentaba con cada pensamiento hasta que llegó el día esperado, o más bien la noche… Aún seguía indecisa, hasta que en un arrebato de euforia decidió escaparse de su casa, eran las 10:30 de la noche cuando salió con lágrimas en los ojos, no obstante, estaba decidida, esta vez no tenía un plan para justificarse sólo su fuerza y voluntad. Llegó al punto de encuentro y al ver a sus compañeros no puedo contener su gran alegría y más aún por el apoyo que le daban para la competencia, a pesar de todo no se arrepentía de su decisión… Había 25 miembros en el equipo así que rentaron un autobús para ir al aeropuerto. Mientras veía la luna por la ventana, recordó aquella metáfora de la piedra en el zapato y pensó que el zapato era más bien una ostra, y la piedra se había convertido en una hermosa perla… Pero seguir su deseo era caminar por el valle de la incertidumbre… El conductor del camión no había dormido bien, creyó ver a un animal atravesarse frente al camión, giró bruscamente volcándose hacia la barranca…
Yara abrió los ojos, todo estaba oscuro, pero pudo ver los árboles junto con la eterna noche, sólo la acompañaba el sonido de los insectos nocturnos y el crujir de la madera ardiendo… entró en shock cuando la tenue luz nocturna le hizo ver un trozo de metal atravesando uno de sus muslos y partiendo por la mitad el otro.
Tardó considerable tiempo en acostumbrarse a la silla de ruedas a causa de que se negaba a usarla, el trauma psicológico era severo ya que tampoco quería hablar. Siempre estaba con una expresión vacía y desolada, sólo en ocasiones emitía un alarido de horror, seguramente por súbitos pensamientos insoportables e incontrolables sobre aquellas imágenes de su cuerpo mutilado… ¿Qué hacía en ese autobús? Sus padres no comprendían, habían sido notificados que los pasajeros eran el equipo de Tae Kwon Do de la universidad y que Yara había sido la única sobreviviente. La interrogante era demasiado angustiosa… Gabriel entra a la habitación de Yara; triste, enojado y decepcionado, quiere saber la verdad, pero sus palabras y gritos sólo demuestran su frustración… Levanta su mano, pero no es capaz de golpearla…
El tiempo pasa, Yara cumple 24 años, su terapia; ardua pero efectiva le permite volver a hablar, no obstante, sus expresiones melancólicas no cambiaron y se seguía negando a hablar de lo sucedido, a decir verdad, sólo hablaba para trivialidades de la vida cotidiana. Tal vez pensaba que no era su destino practicar Tae Kwon Do o que sólo había nacido para obedecer a sus padres, lo cierto es que ahora, con una actitud más conformista que de costumbre, decidió aceptar el trabajo que le ofrecía su padre, el problema fue que ya había pasado tiempo y el puesto ya no estaba disponible, aun así, Gabriel pudo conseguirle un trabajo en una biblioteca. Para Yara estaba bien, no tenía grandes aspiraciones. Esta vez no le fue fácil adaptarse, odiaba la silla de ruedas, pero al menos estaba tranquila y constantemente fuera de casa…
Segunda parte. Primer pacto: El regalo
Jueves 5:45 de la tarde, Sandra se siente mal, le duele la cabeza por el arduo trabajo que tiene en un proyecto de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, así que decide salir un rato de la oficina y tomarse un café en su cafetería favorita en la Torre Latinoamericana, pero se lleva una sorpresa cuando al llegar, todo el edificio está acordonado por la policía debido a un inusual incidente… no se siente de humor para saber qué es lo que pasó por lo que decide buscar otro lugar. No muy lejos encuentra otra cafetería, es pequeña pero cómoda, ideal para despejar su mente. Se sienta en un lugar junto a la ventana; le gusta ver pasar a las personas, su andar, sus gestos, sus ropas… hundida en sus fantasías, un hombre alto, elegante, con una barba tupida y un estilo excelso llama su atención; atravesando la avenida parece buscar algo en sus bolsillos, Sandra alcanza a notar que algo cae de uno de ellos. Rápidamente paga la cuenta y corre a recoger aquel objeto; una cartera. Trata de buscarlo, pero no logra dar con él. Al revisarla encuentra algunas tarjetas de presentación, al parecer es un importante administrador de empresas con especialidad en librerías, su nombre, Gabriel. Esa tarde, ya en casa, decide hacerle una llamada a aquel extraño hombre para regresarle su posesión. La voz grave pero amable de Gabriel la hizo sentir algo de nerviosismo… quedan de verse el día siguiente en la misma cafetería donde ella lo había visto. Esa noche no pudo dormir, no sabía por qué.
Sandra llega temprano, no quiere dar mala impresión, aunque cree que era un poco ridículo ese pensamiento. Está algo impaciente, ordena un café mientras lee un libro. Pasados cinco minutos de la hora acordada, entra Gabriel a la cafetería, el corazón de Sandra se acelera y sin perder tiempo levantó la mano para hacerle la seña de que ella es su cita. Gabriel se acerca con una actitud amable, se sienta frente a ella mientras recibe su cartera de la suave mano de Sandra. Él pide un café también y se quedan charlando durante un largo rato. Sandra se siente como una niña pequeña hablando con él mientras Gabriel no deja de ver esa dulce mirada que se expresa detrás de sus anteojos.
Sus citas se dieron con más frecuencia, se hicieron pareja, su amor fue creciendo hasta que decidieron casarse, sin embargo, sus trabajos consumían su tiempo y aunque les permitió tener una relación con escasos conflictos, el mismo tiempo les pasó la factura; querían tener un hijo, pero por su edad se arriesgaban a que naciera con alguna malformación. Tampoco querían adoptar, su deseo era criar un hijo de su propia sangre. Viajaron buscado los mejores médicos, pero ninguno les aseguró lo que ellos buscaban. Su matrimonio comenzó a deteriorarse poco a poco hasta el punto de casi no cruzar palabras. Sandra fundó una casa hogar para niños en situación de calle, tal vez como un intento fallido de compensar su falta, mientras Gabriel continuó con su trabajo. A pesar de todo podían seguir con sus vidas como si nada pasara… Fue el 22 de abril, cuando en su ruta normal hacia el trabajo, Sandra vio deambulando por un parque a una pequeña niña de unos seis años aproximadamente, estaba cubierta de tierra, llevaba un pantalón holgado y playera roja con un simpático estampado en la espalda de las alas de una mariposa.
Por su experiencia intuyó que había estado toda su vida en la calle y que tal vez se había alejado de su barrio o hermandad, como solían llamarse algunos de los grupos que se forman por personas que viven en la calle. Intentó hablar con ella, pero no respondía a ninguna de sus preguntas hasta que le mencionó la comida, le contestó afirmativamente con la cabeza así que decidió llevarla a la casa hogar; ahí le dio alimento, la vistió con ropa cómoda, le asignó un catre y le regaló algunos juguetes que ella misma le compró.
Pasaron unos días y Sandra convivía considerable tiempo con aquella niña de tez morena y un cabello tan lacio que le recordaba el caer de una cascada reflejada por la luz de la luna. Comenzó a encariñarse, tal vez porque no hablaba, tal vez por la tranquilidad que inspiraba o tal vez por su peculiar comportamiento; durante las mañanas, cuando los demás niños seguían durmiendo, la pequeña se levantaba a caminar por el jardín y observaba con esmero cuidado las mariposas que rondaban por el lugar.
Sandra estaba contenta de cuidar de ella, era a la única a la que sacaba del albergue para que la acompañara a hacer las compras de su hogar, también la llevaba a comer a restaurantes y a caminar en parques. No lo decía, pero el sentimiento que la invadía era lo más parecido a la maternidad. No obstante, aún le era difícil aceptar que no podía tener un hijo propio y un día, mientras trabajaba no pudo contener la melancolía y rompió en llanto. La pequeña niña se dio cuenta, se acercó y fue ahí que habló…
– ¿Por qué lloras?
– ¡Hablaste! Le dijo Sandra secándose las lágrimas.
– ¿Qué te duele?
– No es nada pequeña.
– No puedes decir lo que te duele, pero yo puedo escuchar tu sufrimiento, es como una atadura ¿No es así? Como una flor que no puede abrir. Has sido muy buena y bondadosa conmigo así que te llevaré con la anciana.
– ¿La anciana? No… no entiendo, cuéntame ¿Vives con alguien?
– Sí, te llevaré con ella si quieres.
– Me gustaría saber dónde vives, pero ¿Por qué me quieres llevar con ella?
– Ella sabe muchas cosas, tal vez pueda ayudarte.
– Está bien, te llevaré a tu casa ¿Cuál es tu nombre, pequeña?
– Me llamo Isela.
Con todo y dudas, Sandra estaba dispuesta a ayudar a Isela como fuera… aunque tuviera que dejarla ir…
– No puedes llevarla así nada más. Dijo Gabriel.
– Sé que es una locura, pero me gustaría saber quién cuida de ella y porqué la abandonó o la perdió o lo que sea que haya pasado.
– Es peligroso, ningún niño que esté perdido te habla de esa manera, seguro es una trampa.
– También lo he pensado, pero no creo que una niña tan linda como ella pueda hacer algo así, te lo pido por favor, si no me acompañas la llevaré yo sola.
–… ¡Ay, mujer! está bien, iremos.
Se fueron los tres en auto mientras Isela los fue guiando por el camino hasta llegar a una casa a los límites de la Ciudad de México donde la mayoría del terreno se componía de terracería. La vivienda era sencilla pero grande, no tenía aplanado, la fachada sólo era un muro de tabique rojo y en medio una puerta de madera negra que resaltaba de sobremanera por su extraño estilo gótico, pero más grotesco ya que no tenía que ver con el resto de la casa, estaba perfectamente tallada con extrañas molduras que parecía que quisieran formar la figura de algo pero no se podía distinguir forma alguna, el marco estaba repleto de símbolos irreconocibles y lo más extraño era que aquella puerta no tenía cerrojo ni perilla…
– ¡Anciana, regresé! ¡Ábreme por favor! Gritó Isela, y de pronto las puertas se abrieron de par en par.
– Entren, dijo Isela. A pesar de la incertidumbre que sentían, Sandra y Gabriel entraron.
La puerta se cerró automáticamente a sus espaldas. Pasaron primero por un pasillo que estaba repleto de flores, plantas, enredaderas y hierbas por todos lados. Del lado opuesto del pasillo había otra puesta igual de extraña que la de la entrada, atravesándola, se encontraron con un patio y un enorme árbol en medio de él y varios niños jugando por todos lados. – La anciana es como tú, aquí nos cuida y nos trata bien, le dijo Isela a Sandra. La pareja se quedó sorprendida de ver aquel lugar. Era grande con juegos infantiles de diseños extraños, rodeado por un muro circular también cubierto por plantas, de hecho, toda la casa por donde se podía ver estaba cubierto por ellas, también había varias puertas, pero no se podían distinguir todas, sólo algunas que estaban parcialmente descubiertas. Isela los condujo hasta el extremo opuesto del patio donde descubrió una puerta para entrar a una habitación un tanto tétrica con poca iluminación… entraron… Isela hizo un ademán con la mano y de pronto, cientos de luciérnagas comenzaron a revolotear por todo el lugar, el espectáculo era sorprendente, se dieron cuenta que aquella habitación era anormalmente grande ya que por fuera no aparentaba ese tamaño, parecía una enorme capilla con columnas góticas, tenía vitrales opacados por tierra y suciedad, la maleza también estaba por todo lados, incluso el azulejo del suelo estaba cubierto por lodo. La casa entera daba la sensación de estar abandonada por años. Síganme, dijo Isela, pero para ellos ya estaba empezando a ser incómodo tener que adentrarse más a la casa.
– ¿No puedes decirle a la anciana que venga? Preguntó Gabriel, –Ella no puede moverse, tenemos que continuar, respondió Isela. Pese a sus dudas la siguieron, aunque con cierta precaución. Por un momento la habitación parecía no tener fin hasta que llegaron al extremo opuesto donde había otra puerta igual de extraña que las anteriores, a diferencia que esta tenía símbolos más reconocibles, eran figuras de rostros humanos, todos con los ojos cerrados y la boca abierta con una abertura, y alrededor los símbolos que utilizaban los mexicas para designar que se está hablando. Temían que tuvieran que pasar esa puerta también, pero Isela comenzó a hablar de nuevo.
– Anciana, he vuelto, Sandra y Gabriel me trajeron.
De pronto, se escuchó una voz que parecía salir de las figuras de la puerta, efectivamente, era la voz de una anciana, se escuchaba una mujer amable y dulce.
– Mi niña, me tenías preocupada ¿Dónde has estado?
– Por ahí, viendo a las personas ¿me extrañaste?
– ¡Oh! Claro que te extrañe, eres el retoño más inquieto que tengo, pero ¿Qué se le puede hacer?
– ¡ji, ji, ji! Mira, ellos me trajeron de vuelta y me gustaría agradecerles, sé que puedes ayudarles.
– Mi pequeña, siempre tan generosa. Está bien, Sandra, Gabriel, les cumpliré su objeto de deseo. Pero antes, tengo que advertirles que todo deseo es una responsabilidad así que elijan bien el nombre o de lo contrario regresará a mí a los 20 años.
– Un momento, dijo Gabriel, no quiero ser grosero, nosotros sólo venimos a dejar a Isela y ver que esté bien, le agradezco su interés, pero le aseguro que lo que menos necesitamos son amuletos o rituales, además no nos hemos presentado.
– Por supuesto, aquí me conocen como la anciana, es todo lo que tiene que saber, no se preocupen por amuletos y rituales lo único que tienen que hacer es regresar por las mismas puertas hasta donde entraron y estará hecho.
– Disculpe a mi esposo, hemos pasado por mucho y no queremos ilusionarnos.
– Te comprendo mi niña, pero ahora sus vidas cambiarán. Isela estará bien, se los aseguro. Pueden retirarse tranquilos, fue un gusto conocerlos.
Sandra se agachó para despedirse de Isela con un abrazo, deseándole la mejor de las fortunas, se secó las lágrimas mientras Isela le agradeció su generosidad con una simpática sonrisa.
La pareja salió al patio, los niños se habían ido. –No confío en este lugar, dijo Gabriel, deberíamos mandar a investigarlo ¿por qué no pudimos ver a esa señora? Además, eso del deseo es absurdo ¿Cómo va a cumplirlo si ni siquiera sabe cuál es? ¿A caso será una especie de bruja?
– No lo sé, Gabriel, Isela se veía muy confiada creo que se sentía en casa. Pero tienes razón, la anciana hablaba como si supiera lo que queremos y esta casa me da mala espina.
– Mañana a primera hora mandaré a alguien para que investigue este lugar.
Pasaron la siguiente puerta y caminaron por el largo pasillo.
– ¿Qué pasa, por qué te detienes? Preguntó Gabriel... No me digas que crees en lo que dijo esa anciana loca.
– Es que no dejo de pensar que todo esto es muy extraño, ¿Y si algo pasa cuando salgamos?
– Estás sugestionada, eso es todo, afuera está nuestro auto, estaremos bien.
– Cierto, vámonos de aquí.
Abrieron la puerta y una intensa luz los cegó por un momento…
La alarma sonó, Sandra se levantó de la cama como todos los días ¿Habrá sido un sueño? Un sueño muy vívido si es que así lo fue, su esposo seguía dormido. Se sentía con más energía de lo habitual, entró al baño y al mirarse al espejo un nudo se le hizo en la garganta a la vez que una pequeña lágrima se le escapó, estuvo a punto de desmayarse. Corrió a ver a Gabriel, le descubrió el rostro y la sorpresa fue la misma, en ese momento, Gabriel se despertó… Los dos se miraron entre sí, absortos de lo que veían, no sabían cómo reaccionar. Se habían reconocido a ellos mismos 20 años más jóvenes. No, no era un sueño, después del shock revisaron todo lo que tenían que revisar; periódicos, internet, radio, televisión, todo lo que se les ocurriera que tuviera fechas, increíble, pero habían regresado 20 años en el tiempo y no sólo eso, sino que con la ventaja de poseer todo lo que ya tenían, dinero, títulos universitarios, trabajo y conocimiento, algo imposible pero cierto. Sandra con 25 años y Gabriel con 32 supieron de inmediato el propósito de aquel milagro. Esa noche hicieron el amor como nunca antes lo habían hecho. Fue el 29 de mayo que nació su pequeña hija. La felicidad de la pareja era inefable, al fin estaban experimentando la dicha de ser padres, no obstante, también recordaron la advertencia de la anciana sobre el nombre, así que lo pensaron insaciablemente. Como era evidente no querían perderla, supusieron que aquella anciana era una bruja y que podía quitarles su felicidad. Algunas veces entraron en pánico, y aunque con algunas dudas, eligieron el que en su creencia podía complacer a la bruja… Yara.
Tercera parte. Segundo pacto: La enciclopedia
La pequeña familia seguía devastada, el simple hecho de estar juntos era algo incómodo. Sandra y Gabriel no podían evitar mirarse con cierto reproche, culpa y tristeza. Yara había olvidado de poco en poco su experiencia en Tae Kwon Do, y su espíritu era algo que no iba a poder recuperar. Sus días eran monótonos, se levantaba, desayunaba, su padre la llevaba al trabajo e iba por ella de regreso, cenaba y se preparaba para el día siguiente. Con el tiempo, la molestia de Gabriel por tener que transportarla a todos lados se hacía más evidente ya que significaba una pérdida de tiempo, pero para su desgracia era algo a lo que no podía renunciar.
Gracias a sus conocimientos, Yara sabía qué libros leer en la biblioteca, no quería nada de superación personal, ni novelas románticas o con finales felices. Tampoco buscaba un aprendizaje o compasión, sólo quería alejarse del bullicio de los buenos ánimos, las vibras positivas y las palabras de aliento, lo único que buscaba era recordarse a sí misma que la única verdad para ella era la desolación y la mala fortuna…
Fue por mera casualidad que la persona que la cubría en su día de descanso enfermó, así que le pidieron a Yara que se presentara a trabajar. En lo personal, ella no tenía problema con eso, aunque su padre haya aceptado llevarla de mala gana. Y es que justo ese día tenía que recibir un paquete de libros donados por la iglesia local. Yara nunca se imaginó la enorme cantidad de libros que llevarían, eran dos enormes cajas repletas. Al parecer les urgía deshacerse de ellos, el párroco parecía agitado y nervioso, incluso Yara tuvo la sensación de que se sentía aliviado de deshacerse de ellos.
Tenía tiempo de sobra para curiosear las nuevas adquisiciones, revisó la primera caja, nada interesante… Abrió la segunda. Los libros estaban ordenados de distinta manera como si formaran un pequeño montículo. Fue sacando uno a uno, de nuevo ninguno le parecía atractivo, hasta que descubrió uno muy curioso, parecía estar acomodado de forma especial justo en medio de todos los demás, se dio cuenta que era lo que formaba el montículo. Más grande y pesado que el resto, daba la apariencia de una enciclopedia, estaba bien sellado en una envoltura improvisada con un pañuelo blanco. La curiosidad era inevitable, además tenía que revisar su contenido para saber si se quedaría en la biblioteca… Tardó un poco, hasta que al fin logró descubrir el libro. Al verlo, experimentó una sensación de horror ya que, extrañamente, no podía reconocer el color de la portada, sólo podía distinguir que era oscuro ya que cada vez que lo miraba su vista se hacía borrosa, casi como la sensación que produce el terciopelo, solo que este era demasiado molesto para la vista. Lo abrió rápidamente, las hojas eran totalmente negras y se sentían viejas, tenía miedo de romperlas, pero sorprendentemente eran muy resistentes. No parecía haber algo escrito, sin embargo, al pasar la mano por la superficie rugosa podía sentir que había algo. El misterioso libro era tentador, sabía que si lo dejaba en la biblioteca no lo volvería a ver. No quería ser una ladrona, pero ya era demasiado tarde. Con un movimiento rápido envolvió de nuevo el libro y lo escondió hábilmente en su silla de ruedas, sólo se sintió segura al estar en la privacidad de su habitación.
No podía creer lo que tenía en sus manos, jamás había oído hablar de algo parecido. La macabra naturaleza de la cubierta era la misma, sólo podía verla por un corto tiempo, así que volvió a abrirlo de prisa. Palpó sus hojas con las manos, trató de descubrir su contenido mirándolo a contraluz, nada, probó de varias formas, pero parecía que se resistía a ser leído. Hasta que se le ocurrió colocar una hoja de papel y calcarla con grafito, por fin había descubierto algo, las marcas que dejaba revelaban unos extraños e irreconocibles símbolos esparcidos de forma irregular por toda la hoja, no obstante, la mayoría quedaban confundidos con las arrugas de la misma hoja negra. Develar sus secretos era todo un desafío. Lo siguiente que se le ocurrió fue calcar cada hoja del gigantesco tomo, y así lo hizo, pasó días con la pesada labor hasta encontrarse con símbolos demasiado familiares, se sorprendió al ver que eran, nada menos que el antiguo lenguaje Maya.
De las pocas amistades que hizo en la universidad recordó a Tanok, su profesor de lenguas antiguas. Por lo general, Yara pasaba por los profesores, pero Tanok era muy perceptivo y notó la apatía que su alumna mostraba en sus clases. Con sólo verla sabía que su destino no estaba en las letras. Él siempre había tenido un gran interés por el aprendizaje de los estudiantes. Empático y generoso se acercó a Yara lo suficiente como para forjar una pequeña amistad, no pretendía convencerla de nada, sabía que a veces las personas sólo necesitan un poco de compañía. Yara pensó de inmediato en él y lo contactó por correo electrónico. Después de una breve charla de cordialidad, le explicó que había encontrado unos manuscritos en la biblioteca donde trabaja y que necesitaba de un buen traductor, él accedió amablemente, así que Yara le mandó las imágenes escaneadas.
Mientras esperaba, siguió calcando las endemoniadas hojas negras y pronto descubrió que no era la única lengua antigua que albergaba, también reconoció los majestuosos símbolos egipcios y demás escrituras antiguas. Tanok le respondió por correo unos días después: “Revisa bien tu fuente ya que los escritos que me mandaste pueden ser de carácter apócrifo. A pesar de que los símbolos son innegablemente Mayas no pertenecen a su escritura habitual y por esta misma razón es que es difícil hacer una traducción clara de lo que dice”. Yara estaba decepcionada por la respuesta, por lo que ahora se dio a la tarea de probar su autenticidad, aunque eso suponía exponer el libro a terceros y por el momento, la única persona del exterior en quien confiaba era en Tanok.
Por mucho tiempo examinó el libro, pero era imposible descifrarlo, no tenía el material ni el suficiente conocimiento para tal labor. Ya rendida, acudió de nuevo a Tanok, esta vez le contó los detalles de su descubrimiento. Su respuesta fue corta pero clara: “necesito verlo”. Las complicaciones para aquella encomienda eran evidentes… aun así accedió. Su plan requería de ciertas transgresiones; Tuvo que inventarle a su padre que de nuevo trabajaría en su día de descanso, esto, para poder ver a su antiguo profesor en una cafetería, curioso déjà vu. Tanok no pudo evitar la sorpresa al verla en silla de ruedas, pero de inmediato se dio cuenta que, para Yara, su condición era una suerte de tabú.
Al ver el libro, reaccionó de inmediato y lo abrió casi sin pensarlo, como si ya lo conociera. Lo examinó mientras platicaban, estaba fascinado con él, su experiencia le permitió intuir que era demasiado antiguo y que su autenticidad podía ser innegable, así que le sugirió hacerle algunas pruebas con un amigo suyo que se dedica a eso. Yara accedió, aunque no muy convencida de tener que exponerlo a más personas, a fin de cuentas, era su hallazgo, temía que se lo robasen.
Para la siguiente cita tuvo que faltar al trabajo, la culpa ya no era problema, los sentimientos de sus padres ahora le parecían indiferentes, aun así, tenía que hacerlo a escondidas para evitarse reproches. Su enojo y fastidio eran cosas que Tanok podía notar, pero creía que tal vez si la ayudaba con esto la haría sentir un poco mejor…
En un laboratorio de investigaciones paleontológicas tuvieron que dejar por un momento sus posesiones materiales antes de entrar, entre ellas el monstruoso libro, para un escaneo rápido como parte del protocolo de seguridad. Yara se dio cuenta que, al pasar una luz infrarroja por el libro, unos símbolos se hicieron visibles. Su sorpresa fue tal que insistió en llevarlo primero a un cuarto de oscuro de fotografía, Sorprendentemente habían encontrado una forma de ver el contenido del libro, lo que estaba ante sus ojos provocaba tanto asombro como incertidumbre, parecía un conglomerado de diversas lenguas, algunas eran fácilmente reconocibles, pero la mayoría carecían de sentido, aunque eran las imágenes las que resultaban más curiosas y aterradoras. Tanok parecía consternado al mirar las páginas, dijo no estar seguro de lo que representaban los símbolos que veía, esperaba que sus intuiciones le estuvieran jugando una mala asociación mental, así que copió algunas páginas para revisarlas después.
Continuaron examinando el libro, hicieron la prueba de carbono 14, aquel objeto seguía dando sorpresas ya que al parecer era más antiguo que el mismo hombre. Pensaron que era una especie de enciclopedia. Pero no le encontraban sentido, incluso ni siquiera estaba totalmente ordenado como se esperaba, algunos glifos mayas aparecían revueltos con otros de otras culturas. Las interrogantes eran muchas ¿Qué finalidad tenía? ¿Cómo era posible que aquel libro sea más antiguo que las mismas lenguas presentes ahí? ¿Qué tipo de material era ese y cómo era posible que su contenido sólo pueda ser visto por medio de una tecnología relativamente actual?...
Yara, por su cuenta, también continuó con sus traducciones e interpretaciones en su casa. La curiosidad que provocaban aquellas figuras mayas y su primer significado despertó en ella un inquietante sentimiento que le parecía familiar pero también una siniestra ansiedad. Se desvelaba noches enteras, faltaba al trabajo en ocasiones, hasta que, en una especie de epifanía, tomo unas tijeras, hizo un pequeño corte en su mano y vertió la sangre en una de las impías hojas negras, su intuición fue correcta, era el líquido vital rojo el que hacía que se pudiera leer aquel monstruoso libro…
Mientras Yara tomaba una siesta, Gabriel contestó una llamada de la biblioteca, se quedó confundido por el aviso que le dieron: Yara había tenido dos faltas consecutivas y si faltaba una tercera, sería despedida. Habló con Sandra de ello, más no con su hija. Así que un día entraron a su habitación y encontraron todas sus notas, pero más que enfadarse, se quedaron anonadados por todo lo que vieron. Esa misma noche, Sandra y Gabriel tenían una discusión poco habitual creyendo que su hija estaba dormida, Yara se había dado cuenta que profanaron la intimidad de su espacio por lo que escuchó atentamente la conversación de sus padres, sonaban preocupados, divagaban sobre lo que habían leído, pero fue algo extraño que dijeron que hizo saltar su corazón: – ¡No quiero perder a otra hija! ¿Sabrá lo que hizo la bruja con nosotros para concebirla? –Espero que no, nunca debe saberlo… Yara estaba consternada, confundida, pero comprendió de inmediato el asunto. Los avances en su investigación le dieron esa pauta. Entre lágrimas y sentimientos encontrados tomó algunas cosas, principalmente las notas y la enciclopedia, y las empacó en una mochila. Al día siguiente, por última vez faltó al trabajo, como siempre, esperó a que su padre se fuera después de dejarla en la biblioteca, y con todo su ímpetu y voluntad tomó el primer transporte para comenzar la búsqueda de su gran hallazgo.
Entre cada autobús revisaba sus notas, sabía que existía, podía encontrar una nueva oportunidad ahí y por más doloroso que era pensarlo, la conversación que escuchó de sus padres se lo había confirmado. Encontró que ciertas partes de la enciclopedia hacían referencia a una especie de profecía sobre algo que Yara interpretó como una “deidad encadenada”; vagando por el mundo escondiéndose de sus habitantes buscando ciertas entidades que Yara interpretó como “retoños del alma”, pero lo importante era que al parecer, esta deidad tenía una relación con el manejo del tiempo y la restauración de eventos desastrosos, daba un equilibrio que no tenía que ver con alguna moralidad sino con otros objetivos que desafortunadamente Yara no tuvo tiempo de descifrar. Si sus conclusiones eran correctas también habría encontrado los lugares a los que aquella deidad se transportaba cada vez que tenía que hacerlo. Siendo un ser capaz de manejar el tiempo, sus locaciones pasadas y futuras estaban en aquella profecía.
Finalmente llegó a su destino, una enorme casa roja con una puerta negra de madera y símbolos sombríos que no figuraban en la enciclopedia. De inmediato, las puertas se abrieron. –Adelante, se escuchó una voz. Antes de entrar, su celular le avisó de un correo electrónico nuevo, era de Tanok, decidió que lo abriría más tarde, así que sin dudarlo se adentró en la enorme construcción adornada por espesa vegetación. Un largo pasillo de flores exóticas; La siguiente puerta… un patio circular con juegos infantiles de diseño inusual y niños por todos lados; – ¡Hola, Yara! Ven, por aquí, Isela se presentó ante ella; Penúltima puerta… una gigantesca habitación alumbrada por luciérnagas; Última puerta… majestuosa, quimérica, de aspecto arcaico, un sentimiento de triunfo invadió el corazón de Yara.
– Te estábamos esperando, la voz de una anciana resonó en toda la habitación.
– Tú eres Pa-Wah-tún ¿No es así? Escuché que eres una bruja, pero sé que no lo eres.
– ¿Cómo conoces ese nombre?
– Está aquí, Yara le muestra el libro. Sé que eres tú, cuidas el tiempo y puedes cambiarlo, también sé que esta niña y los demás no son humanos. Le declara señalando a Isela. Es un avatar de la esencia humana, ella representa la psique por eso puede percibir el dolor humano ¡¿no es así?! Los estás buscando, estos retoños del alma, no sé qué pretendes, pero descubrí lo que hiciste con mis padres. Un llanto enfurecido se apodera de Yara.
– Me impresionas, eres muy lista, mi niña, sabía que vendrías, pero no pensé que este libro sería el que te trajera aquí, eso quiere decir que estamos cerca de cumplir la profecía. Aunque lamento decirte que te llevarás una decepción por lo que vienes a buscar.
– ¡¿Qué?! ¡No, tienes que hacerlo! Esto no es justo, tú lo provocaste ¡Tienes que arreglarlo!
– Tú dolor, te está matando, dijo Isela con preocupación, ¡no debiste venir ¿por qué no cambiaste tu destino?!
– ¡No me importa mi destino! ¡Cumple mi deseo por favor!
– Yara, responde tranquilamente la voz anciana, comprenderás que hay cosas que ya no se pueden cambiar, tú eres un deseo, lamento que no te hayan tratado como tal.
Yara llevó sus brazos a su pecho con un llanto doloroso. Luego levantó la cabeza y con una rabia impulsiva se acercó a la enorme puerta.
– ¡No lo hagas! ¡Aléjate de ahí! Gritó Isela.
Yara empujó fuertemente las puertas mientras Isela corrió asustada escondiéndose detrás de una columna. Eran pesadas, pero al fin, las monstruosas placas se abrieron de par en par. Sólo un efímero segundo bastó para experimentar la locura total provocada por lo que sus sentidos percibieron; Un espacio que parecía infinito del mismo color irreconocible que el de la carátula de la enciclopedia; un sonido aterrador y sórdido, apenas comparable con un grito descomunal y una gigantesca figura amarillenta de corporeidad dragónica, uniforme y asquerosa que parecía extenderse junto con la infinidad del espacio. Numerosos brazos largos y esqueléticos se sostenían del marco de la puerta, todo esto acompañado de un gélido viento que congeló la frágil mente de Yara…
Yara despertó en su alcoba, confundida, miró a su alrededor, después notó algo que le provocó un sobresalto, algo en sus falanges, pero no de las manos, aventó las cobijas que la cubrían, sintió un golpe en el pecho, pero esta vez sus lágrimas fueron de alegría. Se puso de pie, caminó por un largo rato recorriendo su casa, se sentía espléndida, brincaba, daba vueltas, bailaba, hasta que se dio cuenta que estaba sola en la casa, imaginó que sus padres habían salido y regresarían después, y mientras esa idea rondaba por su cabeza sonó su teléfono, era Yarel diciéndole que tenía que tenía que llegar temprano para el entrenamiento. Yara se sintió inmensamente feliz, se alistó de inmediato y al tomar un espejo que usaba para arreglarse después de cada entrenamiento notó que también su aspecto había cambiado, a decir verdad, se sentía inusualmente con más fuerza y vitalidad. Pensaba que ya nada podía ir mejor.
Llegó entusiasmada al entrenamiento, preguntó el por qué la prisa. – ¿Es modestia o te estas burlando de que te será fácil ganar el torneo? Anda, cámbiate para que entrenes antes de levantar el trofeo, pequeña brabucona, le contestó Yarel con vacilación. Y sí, su día mejoraba a cada momento. El torneo era regional, el mejor competiría a nivel nacional y así sucesivamente. Durante los combates dio todo de sí, ya no descargaba ira ni frustración, más bien sentía una verdadera pasión y alegría. El combate final fue arduo, las patadas de Yatzil, su contrincante, eran contundentes y con una excelente técnica, sin embargo, no fueron suficientes para la habilidad y destreza de Yara. No existía mujer más feliz en el mundo, por única ocasión se sintió reconocida. Se paró en el podio con el primer lugar entre aplausos y ovaciones… De pronto, todo comenzó a hacerse borroso, un intenso dolor en su cabeza, apenas sintió la caída, los paramédicos actuaron rápido, pero Yara no despertó. Uno de los golpes de Yatzil que conectó en su cabeza le provocó un derrame mortal.
– La regresaste a sus 20 años, pero sabías que ese no era su deseo ¿Por qué lo hiciste? Ella podía cambiar su destino, Le reclamó Isela a Pa-Wah-tún.
– Esa era parte de la profecía, Yara regresó a mí como lo prometido y trajo el libro consigo, eso significa que falta poco para el despertar del primer morador. Su destino estaba decidido, contestó la anciana.
– ¿Por qué no cumpliste su deseo? Lo merecía.
-Mi pequeña Isela, no cabe duda que eres lo mejor de la humanidad, pero sabes que eso ya no me corresponde por que aquello que de verdad deseaba era el reconocimiento y amor de sus padres.
Correo de Tanok:
Yara, espero que leas esto tan pronto como lo hayas recibido y te pido por tu bien que suspendas tus investigaciones, por lo menos mientras estemos seguros. No quise decirte en su momento pero ya tenía algunas referencias de este libro, sólo sabía de algunas sectas misteriosas que están en su búsqueda, el asunto es que no creí que existiera y la mala fortuna hizo que mis sospechas fueran acertadas, aquel sombrío idioma de las hoja que investigué corresponde al más antiguo de los lenguajes: “el idioma infernale” más lo peor es su contenido, sólo te diré que es menester que este libro no caiga en poder de otras entidades o cosas horribles pueden pasar, sé que suena a una locura. Es difícil de explicar, tu vida puede estar en riesgo, por favor comunícate conmigo lo antes posible para que pueda protegerte.
Comentarios
Publicar un comentario