Crónicas de un Nadie

 

“El verdadero amor es como un fantasma, todos hablan de él, pero pocos lo han visto”

François, Duque de la Rochefoucauld

   Una Mañana de invierno la neblina fría cubre la pequeña comunidad, llena de vida con los típicos sonidos de un pueblo sereno e inocente. La coincidencia nos lleva a una casa a las faldas del Cerro del Judío. En ella se celebra una pequeña fiesta de la cual no nos interesa el motivo. Víctor es el único que no participa, se desveló la noche anterior y sigue dormido. Tal vez otra familia le hubiera recriminado el no salir de la cama a convivir, pero ésta es una familia comprensiva. Víctor tuvo que doblar turno en su trabajo como cajero de un Oxxo, uno de sus compañeros no se presentó a trabajar. La mala suerte lo llevó a aceptar ese puesto al menos para recuperar un poco de su productividad. El tercer evento ocurre justo en este momento. Víctor se levanta de la cama a causa de un terrible temblor. Lo único que puede hacer es tomar a Heidi, su perra, una cruza de French Poodle y salir de su habitación. Baja las escaleras, un largo pasillo conecta la entrada con el patio, la casa cruje y se cuartea, pedazos de techo comienzan a caer. Las escaleras están más cerca de la entrada así que por un impulso instintivo opta por salir de la casa. Ya en la calle, tambaleándose y con su perra en brazos se da cuenta al voltear hacia el cerro que cobija su casa, que aquello que provoca el sismo es una macabra criatura gigante entre la espesa neblina que emerge del pico boscoso del cerro rompiéndolo como si de una erupción se tratase. Víctor no puede creer lo que ve, pese a eso su frágil instinto de supervivencia no le falla y corre cuesta abajo de la calle… corre, corre, corre, sin mirar atrás, escucha las enormes rocas aplastando las casas a sus espaldas.

   Sabe que su familia ya no existe, en un segundo la ha perdido, aun así, no para, hasta que tropieza y cae rodando sin soltar a su peluda acompañante hasta topar con una pared, se incorpora, pero sabe que ya no hay tiempo de rodear la casa así que con una combinación de miedo y furia se arroja a la ventana protegiendo siempre a Heidi. Se levanta un poco aturdido, trata de buscar donde ocultarse, pero algo golpea su cabeza y cae inconsciente…

Víctor se levanta a oscuras, por un instante piensa que se ha quedado ciego, se desespera tratando de reptar por el lugar, choca con un mueble, al palparlo se da cuenta de que es un sillón grande y recuerda haberse metido a esa casa por un terrible terremoto. Se recuesta en el sillón para tranquilizarse y pensar por un momento. De pronto escucha pequeños ruidos, algo llega a recostarse a su lado… Cierto, Heidi estaba conmigo, piensa. Se siente más tranquilo con su pequeña canina.

Poco a poco se da cuenta de que no está ciego, sus ojos se van acostumbrando a la oscuridad, comienza a ver las siluetas de su alrededor hasta darse cuenta que está en una sala no muy grande. Tuvo suerte, la mitad de ella había quedado bajo escombros incluyendo la ventana por donde entró, no obstante, una puerta había quedado intacta. Sintió alivio al ver que del otro lado había una cocina con una ventana que daba al patio, es de noche, pero ver una salida de la casa es esperanzador para no sufrir los terribles efectos de la claustrofobia… Un ruido agudo les provoca un sobresalto, algo se cayó de una alacena situada a su izquierda, al voltear ve que es una lata de comida y al lado de la alacena otra puerta entre abierta, se ve oscuro del otro lado. Un objeto más se cae, esta vez del refrigerador, es un imán en forma de piña que sostenía la imagen de un ultrasonido un tanto borrosa, como si el feto llevara apenas unas semanas. Ahora medita sobre la casa donde está. Qué extraño, sabía que esa familia vivía sola, sin hijos. Habían querido concebir, pero les fue imposible.

Echó un vistazo a la puerta, parecía un pasillo y al otro lado otra puerta… Se adentró con cautela un par de pasos, y de pronto otro ruido, a diferencia que éste le provocó un hormigueo en la columna vertebral, fue como un alarido o un quejido leve pero macabro, volteó sobre su hombro y apenas con el rabillo del ojo alcanzó a ver que algo se movía en los escombros que cubrían la mitad de la cocina, una figura negruzca, humanoide y pequeña de cabeza grande que se retorcía bruscamente y una oscuridad que se esparcía como tinta en el lienzo de la casa. Heidi emitió un tímido ladrido mientras retrocedía hacia el pasillo, Víctor no quiere voltear por completo, cree que es una locura, pero el hormigueo se esparce por todo su cuerpo en fracciones de segundo. Su única reacción es entrar al pasillo y cerrar la puerta, sigue sin voltear. Avanza entre el oscuro camino hacia la tenue luz del otro lado. Aparece esa extraña sensación de ser observado en todo momento, es su psique la que está alerta y no solo por el quejoso ruido y las imágenes sin sentido que momentos antes le habían perturbado sino también por las fotografías que apenas divisibles adornaban las tétricas paredes.

Al llegar a la siguiente puerta y girar la perilla otro ruido lo interrumpe. El crujir de la puerta de madera a sus espaldas suena como si algo pesado se posara en ella queriéndola romper. De nuevo no quiere voltear y salen de prisa. Ahora se encuentran en la cochera de la casa. Lástima, no pueden salir por la cortina que da a la calle, está abollada por el mismo escombro de piedras que arrasó con la mitad de la casa, sin embargo, un par de ventanales por los cuales se filtraba un poco de luz les revela una nueva puerta que da al patio trasero. Por fin, aire fresco y la tranquilizante imagen plateada de la luna. Solo un momento dura aquella paz, recuerda que algo siniestro los acecha desde el interior de la casa, piensa que podría ser su imaginación, pero la experiencia había sido terriblemente vívida. No quiere arriesgarse a averiguar qué tan real fue. Las piernas aun le tiemblan de miedo.

El patio está bardeado con la suficiente altura como para que un ladrón tenga que usar una escalera si quisiera allanar la casa… Una escalera ¡claro! es lo que necesita. Entra de nuevo a la cochera, se siente con suerte al encontrar una de dos metros, tal vez la usarían para podar el manzano que adorna el amoroso y mutilado hogar a mitad del patio, pero Víctor no está en condiciones para este tipo de pensamientos. Está más concentrado en buscar una manera de pasar a Heidi al otro lado de la barda. Tiene que pensar rápido, un estruendoso golpe del interior los vuelve a poner alerta. Se apresura a sacar la escalera, toma un trozo de tela que encuentra por casualidad, la amarra alrededor de su cuello formando una hamaca para poder cargar a Heidi, una idea espontánea pero efectiva generada por el estrés del horror paranoico del momento. La escalera no llegaba hasta lo alto de la barda, pero se las arregla para trepar lo que queda del muro.

Llega al techo de un pequeño almacén hecho de lámina no muy alto que puede bajar con facilidad, ahora está en otro patio, algo no muy alentador. Tendrá que buscar otra salida por esta casa que también se encuentra vacía, pero antes decide tomar un breve descanso en el pasto para reponer el aliento y procesar todo lo sucedido. Recuerda a su familia y un golpe emocional en el pecho lo hace romper en llanto mientras Heidi corre por el patio.

Ahora iremos dos años atrás. Víctor es despedido de su trabajo, era el administrador de una mediana empresa de ropa en el Centro de la Ciudad de México. Víctima de un fraude bien elaborado cuyo objetivo fue robar a la empresa e incriminar a Víctor. No fue demandado ya que la misma no quiso arriesgarse a que descubrieran sus otros fraudes, sin embargo, sí fue amenazado y obligado a pagar los 500,000 pesos que se perdieron. Esto lo dejó muy mal parado económicamente. A raíz de esto su novia lo dejó porque según ella no podía seguir con alguien que no pudiera darle de comer. Vendió su departamento y tuvo que regresar con sus padres. Abatido y humillado decidió antes dar un paseo por su lugar favorito, Chapultepec, pero no crean que el clásico bosque familiar que todos conocen, ni siquiera la segunda sección donde se encuentra La Feria, ¡no! su lugar favorito era la tercera sección, un lugar abandonado para almas solitarias, un bosque compuesto por castillos de árboles y barrancas caleidoscópicas. La paz que encontraba en ese lugar era especial, hacía tiempo que no iba, no había tenido necesidad. Disfrutaba la sensación que le producía el aire fresco, inhalaba y tomaba grandes bocanadas de aire mientras un pensamiento se repetía y se repetía en su mente como un pequeño fantasma que pasa una y otra vez por la misma habitación que se niega a abandonar.

Cada que veía una barranca el pensamiento se acentuaba más, poco a poco sin que se diera cuenta o más bien sin quererse dar cuenta se alejaba de la carretera y se adentraba más al bosque hasta que sintió la pendiente bajo sus pies. Se asomó tentando su equilibrio. La maleza no le permitía ver el final del precipicio, sabía que en el fondo pasaba un río, pero estaba tan hondo que apenas podía escucharlo.

Comenzó a llover, se sentía cobarde así que pensó que podía esperar a que la lluvia aflojara la tierra bajo sus pies y lo hiciera resbalar. Cerró los ojos mientras esperaba ese momento… y fue ahí cuando escuchó un ruido, era como un chillido muy tenue. Al principio pensó que era su imaginación, pero lo volvió a escuchar repetidas veces. Empezó a buscar, hasta que, abajo, en la barranca, atorado en un árbol vio una bolsa azul que se movía, de ahí venía el chillido. Era evidente, algún desalmado arrojó a un animal para deshacerse de él. Algo que Víctor no podía aceptar. Aquel pensamiento fantasmático se había desvanecido, ahora quería rescatar al pobre animal. Se aventuró a bajar arriesgando irónicamente su propia vida. La subida fue más peligrosa y contra todo pronóstico lo logró. Al abrir la bolsa se encontró con una perrita en malas condiciones y con el hocico amarrado, la pequeña canina le agradeció con una tierna mirada y fue desde ahí que se volvieron inseparables.

Víctor se siente motivado con su acompañante, lo tranquiliza y más al verla correr despreocupada por el patio ajeno, como si lo que vio en la otra casa nunca hubiera ocurrido. Se levanta para continuar su búsqueda, sea lo que sea que estuviera buscando… La puerta para entrar a la casa está abierta, oscuridad total. Tiene miedo y se queda unos momentos de cuclillas en el marco de la puerta en lo que su vista se vuelve a acostumbrar. Poco a poco comienza a divisar una sala, no hay ruido, aunque eso tampoco lo tranquiliza. Heidi entra de inmediato olisqueando el lugar. Estos comportamientos despreocupados lo ponen nervioso en estas situaciones, aun así no le queda de otra que confiar en su sentido de supervivencia.

Ahora Víctor entra con cautela, no hay electricidad, piensa que es una sala muy rara ya que no parece haber otra salida hasta que Heidi desaparece detrás de un librero, se acerca y se da cuenta que hay unas escaleras que llevan hacia arriba, por el momento no comprende la estructura de la casa. Sube las escaleras de madera con cierta paranoia al escucharlas rechinar. Llega a un comedor de estilo rústico. De nuevo un flash de la memoria de su familia le llega a la cabeza mientras se le hace un nudo en la garganta, trata de ignorarlo pensando en que no debe distraerse para encontrar una salida, parece funcionar. Del otro lado del comedor hay dos caminos que llevan a lugares opuestos entre sí. Inspecciona cada camino asomado desde el comedor; el de la izquierda lleva a un pasillo con tres puertas y una más al final y el otro lleva a una escalera en espiral hacia un segundo piso. Decide ir primero por la izquierda, le parece más lógico.

Abre la primera puerta, es una alcoba como para un niño pequeño, puede ver las siluetas oscuras de juguetes y muebles pintados con caricaturas, pero ningún rastro de vida, imagina que las demás habitaciones tienen el mismo propósito y así es, la segunda tiene pinta de ser para una niña y la tercera para alguien más grande, un adolescente tal vez. Ahora solo queda la puerta del fondo. Un aire de frustración le arrebata su pequeña esperanza, otra habitación que no parece ser para dormir, se topa de frente con un pedazo de tela desgastada colgando de unos tubos viejos y oxidados. Heidi no se atreve a entrar ¿Será por el extraño olor amargo que despide aquel lugar? ¿O será que percibe algo más? A pesar del temor que le provoca la casa, no quiere darse la vuelta sin estar cien por ciento seguro de que no hay salida por ese lado, así que con cautela y temblando hace a un lado el trozo de tela para adentrarse a inspeccionar el lugar. Está más oscuro y apenas distingue algunas siluetas, se detiene unos segundos esperando a que algo ocurriese que lo haga correr, pero no pasa nada. Para que sus ojos se adapten a la oscuridad debe haber un mínimo de luz, sin embargo, aquí hay menos que eso. Se aventura a tantear el lugar con sus manos y pies; patea levemente algo y de inmediato se forma en su mente la figura de una caja de cartón, es ligera y con el mismo pie hace a un lado el objeto especulado para que no le estorbe si tiene que regresar. Con la mano izquierda siente un ángulo de textura rugosa, de inmediato piensa en una mesa, continúa avanzando, con la mano derecha que lleva enfrente a la altura de la cabeza siente unas gruesas cadenas que cuelgan del techo y se golpean unas con otras, también se sienten rugosas como si estuvieran oxidadas. Sigue caminando mientras empieza a sentir un atisbo de desesperación. Aquella habitación parece no tener fin, de pronto siente con la mano izquierda un objeto metálico, es como un tubo grueso horizontal al cuarto, lo rodea y continúa. Bajo sus pies también siente pisar diversos objetos pequeños de vez en cuando, reconoce diminutas tuercas y clavos y a ratos se encuentra con el inconfundible sonido del papel. Patea hacia los lados los objetos punzantes para que Heidi no se lastime. A menudo también busca con su mano a su acompañante, aunque en realidad lo hace para tranquilizarse ya que ella se mantiene tan cerca de sus piernas que en todo momento puede sentir su presencia. Heidi podía seguirle el rastro fácilmente con su olfato a varios metros de distancia pese a la falta de luz, sin embargo, la única razón por la que no se separa de él es porque ella también tiene miedo…  Sigue topando con cosas, algunas triviales, una lavadora, cajas pesadas, plásticos que cuelgan del techo o tirados en el piso y más cadenas. Otras más extrañas e irreconocibles, como una bolsa que parece de esas que se usan para la basura, está húmeda con algo viscoso, apenas la toca y un escalofrío le recorre la columna, no quiere saber su contenido...

Comienzan las primeras sensaciones de claustrofobia y aun con los escalofríos que ésta le provoca se resiste a someterse a su imaginación. “Este cuarto tiene un final” se repite a sí mismo. Y cuando está a punto de rendirse y salir corriendo sus manos tocan al fin una superficie plana, ¿una pared? No, una puerta metálica, quita el seguro y la abre, nada, todo sigue oscuro. Da un paso y siente el suelo que también parece metálico. El lugar se hace cada vez más raro, le provoca pánico y al fin decide regresar. Se da la vuelta y el sonido de un generador lo asusta a la par que una luz naranja y sucia se prende a sus espaldas. Voltea a ver a Heidi que está con la cola entre la patas. Víctor trata de calmar su miedo pensando que el generador es automático. Sabe que tiene que aprovechar esa luz y con un poco de valentía voltea.

Nadie está preparado para el milagro que su mirada está atestiguando. Es solo una habitación metálica, con una única puerta, hay tres camas con manchas marrones, el color peculiar que deja la sangre después de mucho tiempo. Y al fondo una figura humana, negra como si estuviera quemada hasta el punto de hacerse carbón. Un segundo después se da cuenta que es algo muy distinto y no tiene nada que ver con una combustión. Incluso pareciera algo transparente como un velo negro. El cuerpo, lleno de horrendas llagas yace de rodillas con la cabeza abajo y los brazos extendidos hacia las esquinas superiores de la habitación unidos a cadenas igual de negras. Mientras que, de su espalda salen tiras negras de carne que se fusionan con la pared.

Aquello parece inerte. Algo escurre de su cara, algo que forma un charco viscoso en el suelo, a los ojos de Víctor pareciera ser sangre negra. De pronto, con movimientos espasmódicos levanta la cabeza y en donde debiera haber un rostro hay un hueco como si de una horrible herida se tratase, una herida sin fondo. El líquido brota a chorros de la cavidad. A pesar de no tener boca emite un gruñido grave y las llagas se abren revelando pequeños y amorfos dientes afilados.

Víctor está petrificado, pierde el color de su rostro y el control de su respiración. Heidi ladra con temor y chillando jala a su compañero del pantalón. Víctor siente su mirada y es solo así que reacciona. La coge en brazos y regresa corriendo. La luz naranja le hace ver que aquella habitación que conoció solo con su tacto está cubierta por incontables manchas de sangre como si aquello hubiera sido lo que oxidó el lugar. Choca torpemente con las cadenas, plásticos y las bolsas viscosas hasta llegar a la tela frente a la puerta. Tal vez haya sido su imaginación o tal vez hubiera querido que fuera así al ver la manta moverse como si el aire de alguien que pasa corriendo la hubiera provocado, se detiene un segundo, pero no hay otro lugar a donde ir. Sale al pasillo y cierra la puerta. Aquel pasillo está justo como lo dejó. Pasa frente a la primera puerta y un susurro proveniente de la habitación lo hace voltear; “eres un inútil”. En medio de ella distingue algo escabroso, algo como un costal de piel colgado del techo y pegado al piso, los pliegues forman la inconfundible figura de una persona en posición fetal. El horror se apodera de él. Al pasar por la segunda puerta escucha “no debiste ser mujer” no quiere voltear, sabe que algo similar se encuentra en aquella habitación. Pasa la última puerta y escucha “qué decepción”. Regresa al comedor. Ahora solo le queda el camino de las escaleras. Con Heidi en brazos cae de rodillas privando su llanto, quiere, intenta ser fuerte. A sus espaldas escucha el eco de los gruñidos de aquel fantasma. Sintiéndose obligado a proteger su vida y sobre todo la de su perra se levanta y corre hacia ese último camino. La extraña arquitectura de la casa más lo hace enojar que sorprender. Llega al techo que también es un pequeño patio, del otro lado hay otras escaleras metálicas estás llevan abajo, tantas escaleras no le agradan, pero ya está al aire libre y puede ver que es el límite de la casa y reconoce además la calle en la que está, aunque algo anda mal… Se apresura a bajar para llegar al patio delantero donde está por fin la puerta de salida.

La calle tampoco es muy tranquilizadora. La casa frente a él está totalmente destruida, mira alrededor y ve que hay casas completas y otras derrumbadas por partes y otras que totalmente han desaparecido como la que tiene al frente. No entendía como eso era posible y luego el asunto de las personas ¿Dónde habrán ido todos? Camina cuesta abajo sin saber dónde ir, lo único que tiene seguro es estar lejos de la casa que quiere ignorar. Por un momento siente que debería regresar adentro, al menos ahí había una certeza. Las dos casas de donde escapó eran de vecinos que conocía, tal vez no a fondo y apenas recordaba sus nombres, pero sentía nostalgia al pensar que algo horrible pudo haberles pasado y que no están ahí por una buena razón.

Es claro que conoce las calles que deambula, aunque no tiene rumbo alguno, sin embargo, esa sensación que le acontece es como una vieja amiga que hace mucho no lo visitaba, esa soledad apabullante que aparece en los caminantes suicidas. Solo tenía que recordar cómo tratarla ¡Eso era! Heidi, ahora está con ella.

Llegaron al parque de Mariposas, hace frío y parece faltar mucho para el amanecer. Con apatía se acurrucan debajo de un juego infantil en forma de cúpula. Víctor no puede dormir, tiene miedo de todo lo que sus sentidos perciben, mientras que Heidi duerme cómodamente enroscada en sus piernas despertándose de vez en cuando por algún ruido, esto inquieta a Víctor, pero a la vez le da cierta tranquilidad. Son estas situaciones que le hacen sentir una conexión y confianza más profunda con ella.

Alrededor del parque, a unos diez metros de donde intentan dormir hay una casa destruida a medias, la luz de los faros de la calle apenas alumbra la fachada, aunque suficiente para distinguir las ventanas. Víctor no le pone atención está más concentrado en otros estímulos, sin embargo, un detalle sutil le hace fijar su mirada en una de las ventanas. Entre la negrura visceral de la casa se dibuja una línea de curvas, inmóvil pero inquietante. Duda, es normal, aunque después de un rato pierde el interés y sucumbe al cansancio… ¿No tienen curiosidad? ¡Oh! Yo sé que sí, veamos qué podemos encontrar en sus sueños, no se preocupen a este no vamos a moverle nada, solo haremos una pequeña incisión aquí para entrar… ¡Listo!

¡Ah! Las estrellas, un sorbo de noche fría que ultraja su corazón. La semilla del morador es débil en este terreno, pero no importa. Gracias al estímulo del parque tenemos al menos tres recuerdos condensados en perfecta armonía como los sublimes trazos de La Noche estrellada. Sus pasos lo llevan por una pendiente hacia un río con un puente, una entrada a un bosque áspero con algunas casas abandonadas, Heidi no podía faltar y tal como lo adivinaron va a la cabeza. Pensaran que esto es ocasionado por lo que acaba de vivir y no se equivocan, sin embargo, solo es precisamente un puente hacia la emoción más profunda de un recuerdo. Aparece su padre a su lado, Víctor comienza a guiarlo, de pronto la sensación de familiaridad hace que aparezcan más personajes, su madre, hermanos, algún tío, sobrinos pequeños y abuelos, no ve sus rostros solo sabe que están ahí a su alrededor. Todos son guiados por él hacia un lugar donde puedan estar tranquilos y disfrutar de un día de campo, aunque el camino es difícil, cruzan veredas espesas, atraviesan cascarones de casas abandonadas, suben por riachuelos angostos hasta llegar a una planicie donde hay un pueblo demasiado pequeño. Víctor lo ignora y siguen subiendo, no es su objetivo, pero recordemos que es parte del sueño. Aún les falta camino por recorrer. Todo aquí parece una promesa, las emociones son cálidas con un toque de nostalgia, fáciles de destruir… Al fin llegan al lugar esperado y sin aviso se hace de día. Caminan por una vereda hasta llegar a una caseta vieja de madera. El sueño condensado nos muestra una casa a la intemperie, maleza por todos lados, mesas para estar en familia, una habitación con herramientas de todo tipo, esto inquieta a Víctor… ¡Ah! Y lo más importante, mi campo de girasoles bajo la luz gris, es una lástima que se queden aquí en este rincón… Alguien se acerca. Víctor lo ha notado, no es el lugar que quería ¿o sí? Su corazón se acelera, él sabe quién es, pero la represión es parte del guion del sueño. Llama a todos para salir de ahí y regresar. La familia ficticia, que ya se había puesto cómoda apreciando mis girasoles, le hacen caso y lo siguen. Víctor se da cuenta por su padre que en aquel cuarto de herramientas también hay una gran variedad de armas.

Sé qué pensarán ¿Qué hacen ahí mis girasoles si les dije desde el principio que no moveríamos nada? Pues la cuestión es que ya estaban ahí desde que empezó todo ¿Y aquel personaje misterioso que causo tanto temor? Bueno, es el sueño de Víctor y él nos llevó al borde de sus emociones, justo ahí donde cayó la semilla del morador…

Entre sueños escucha el ladrido de Heidi, se despierta y con la mirada borrosa ve a su perra frente a él ladrando hacia la ventana que había llamado su atención. La intenta llamar para calmarla, pero es insistente, mira la ventana de nuevo y ahora la figura se mece de un lado a otro con un movimiento apenas perceptible. Víctor se levanta rápido ¿Será una persona? ¿Será un fantasma? No quiere averiguarlo, carga a Heidi y sale a prisa del parque.

De momento se siente perdido entre las calles de su barrio. Reconoce ciertos lugares cuando son demasiado familiares o por alguna particularidad inconfundible en su memoria. Increíblemente apenas habían pasado tres horas desde que despertó en casa de sus vecinos con un golpe en la cabeza, un dato que él ignoraba, sentía que la noche nunca acabaría. Heidi por su parte se había fastidiado de estar en los brazos de Víctor, se retuerce pidiendo que la baje, Víctor quiere protegerla en todo momento, pero también sabe que puede confiar en ella así que la deja andar en el frío pavimento, le gusta explorar y olisquear por todos lados, aunque no se aleja mucho de él, siempre están a la vista uno del otro.

Víctor sigue resistiéndose con fiereza a las memorias de su familia, sin éxito alguno le parece imposible y menos con ese sueño que movió por completo su estado emocional. Ve a Heidi correr y recuerda cuando era un niño de ocho años. Estaba por terminar el ciclo escolar, llevaba buenas notas, se había esforzado ya que sus padres le habían prometido un regalo. Lo que más quería en el mundo en ese entonces era una iguana, era fan de los reptiles, pero su ilusión se esfumó cuando en vez de eso le dieron una colorida ave, un asqueroso quetzal. No estaba contento pero sus padres alegaron que un ave es una responsabilidad y que si podía cuidar de ella podía cuidar de otro ser vivo. No es justo, pensó. El ave era muy ruidosa con su canto, y sus aleteos le recordaban las risas escandalosas que tenía que soportar de sus compañeros de clase, y no era que se llevara mal con ellos, al contrario, era buen amigo con la mayoría, simplemente que ese ambiente le era sobre estimulante.

Había elegido una iguana porque encajaba con su personalidad tranquila, serena y solitaria. Sus padres lo conocían perfectamente y no tenían problema con eso, solo querían sacarlo un poco, sólo un poco de su comodidad. Tal vez su juicio era errado y de cierto modo dudaban, pero fue una decisión consciente. En fin, a Víctor no le agradaba tener al ave, no podía sacarla a pasear, tenía que estar todo el tiempo en la jaula y alimentarla era un fastidio, introducía su alimento rápidamente para que no se escapase o lo picoteara.

Así pasaron los días, poco a poco su cuidado se volvió rutinario y el ruido que tanto le molestaba terminó por serle indiferente, se había acostumbrado a su canto y aleteos como parte natural de la casa, pero solo era eso, costumbre, no hacía esfuerzo alguno por tener un vínculo emocional con aquel animal. Hasta que cierto día mientras jugaba a los dinosaurios en el patio le entró una atípica curiosidad por el comportamiento de la avecilla. La manera en que movía la cabeza, la forma en que lo observaba con sus negros ojos esféricos, sus plumas verdes y cómo las batía, como si protestara por algo. Pensó que no era muy diferente a un reptil, incluso recordó que las aves son los descendientes más directos de los dinosaurios, algo que sabía por un programa que vio en la televisión. Se acercó a la jaula, el ave se posó también frente a él. Ahora Víctor estaba cara a cara con esa maldita ave, ese maldito quetzal que prometió su regreso… Estuvieron unos instantes así hasta que Víctor le dijo “Te ves incómodo ¿no te gusta estar ahí verdad?” El ave le respondió con un silbido. “Mis padres me encargaron cuidarte, pero no pareces alguien que necesite que lo cuiden”. Cada que Víctor le decía algo el ave le respondía con su silbido singular. “Esta jaula es muy pequeña para ti, te abriré, pero promete que regresarás o me regañarán mis padres”. Víctor abrió la pequeña puerta y el quetzal salió postrándose luego sobre la jaula, se vieron por última vez y echó a volar. Muy oportuna la situación ¿No creen?, pero bueno, eso hará más divertido todo esto…

Naturalmente los padres se enojaron. Víctor sollozaba y sentía culpa, aunque no la suficiente… A pesar de todo, sus padres lo comprendieron como un acto de nobleza y lo perdonaron de la manera más amorosa posible, así evitaron generarle una pesada culpa para la posteridad y tal vez eso fue lo que lo salvó de la semilla o al menos le ha de aletargar la vida…

No hay muchos lugares a donde ir, los parques son fríos y descomedidamente expuestos, y la idea de estar en una casa ya es inconcebible. Sin embargo, al llegar a la avenida principal una oportunidad se les presenta; un autobús abandonado a mitad del camino. Parece algo arriesgado, pero habría que intentar. Heidi se adelanta como si hubiera adivinado la intención de Víctor. Olisquea los estribos para asegurarse que no hay peligro. Sube uno a uno con cautela, le ladra para avisarle que no hay que temer. Sube con ella confiado de su intuición. El lugar más tibio y cómodo es el lugar del chofer, lugar lleno de cachivaches cómicos, entre los que le llama la atención una taza de porcelana envuelta en papel periódico. Le provoca gracia que el chofer cuidara de tal forma aquel objeto en un lugar que no es especialmente limpio. Sin embargo, es la nota del periódico arrugado lo que atrapa su curiosidad. “Horrible asesinato” destaca el titular, no puede ser más que un periódico amarillista, piensa, aun así, cree que no pasa nada por dejarse llevar de vez en cuando por el morbo y comienza a leerlo:

Un atroz y horrible asesinato de tres menores se llevó a cabo en… por el mismo padre de familia. La causa de muerte se debió al continuo maltrato físico, psicológico y de abandono. Testimonios declararon que el hombre no era muy conocido en el vecindario por lo que nadie sospechaba de la ausencia de los menores, sin embargo, lo que levantó las sospechas fue que en una de las juntas vecinales donde se hablaba de la seguridad se apareció por primera y única ocasión gritando ¡Ninguno de los tres fue digno! ¡Qué dolor llevo en mi corazón! Y se marchó. Tal acto hizo que la atención de los vecinos se centrara en él los días posteriores. Dando cuenta de su extraño comportamiento decidieron investigar su casa… Los cuerpos se encontraban en una… del sonido… Estaban severamente mutilados y con signos de desnutrición. La mórbida escena del crimen sugería una especie de ritual satánico de renacimiento… la policía encontró al asesino muerto encadenado a… con una inscripción en su pecho hecha con un objeto afilado que decía “incluso en el infierno seguiré sus almas”. Aún se desconoce el paradero de la madre… Este incidente ha provocado pánico entre la comunidad por lo que algunas familias han decidido cambiarse de domicilio mientras que otras han formado grupos para buscar y cazar una supuesta secta satánica que se presume se reúnen en los Dínamos… Según testimonios, varias de las desapariciones que han ocurrido en la localidad se deben a actividades satánicas, pero ninguna se ha comprobado…

La nota está incompleta por lo maltratado del periódico. las notas amarillistas solo le provocan risa a excepción de esta que lo inquieta y lo deja pensativo. Para tranquilizarse piensa que no es de su incumbencia y trata de volver a dormir.

No es fácil conciliar el sueño en esas condiciones, y esta vez no es Heidi quien lo perturba sino aquella inquietud funesta que experimentan quienes se sienten observados en la oscuridad. No había notado que al lado del camión hay una casa cuya ventana mira hacia él. Al darse cuenta de ello y virar la cabeza se encuentra frente a frente con un rostro que pareciera observarlo desde el otro lado del cristal. Es un rostro vacío al cual sólo le quedan los ojos, ojos hundidos y muertos que parecen haberse congelado en la amarga y angustiosa expresión de la desesperación, ojos que siguen sus movimientos demandando algo. Víctor se sobresalta y cae de la silla con Heidi. Absorto ante tal impresión observa por un momento el rostro, pero este no hace más que seguirlo con la mirada. Recupera la postura, supone que aquel fantasma es inofensivo, aun así, no deja de ser inquietante… De nuevo no puede dormir. Decide salir del camión y volver a caminar, con la mirada fantasmal siguiéndolo se aleja poco apoco de la avenida.

Con una sospecha en mente busca la calle Orquídea, elige esta porque es la más cercana y es conocida por ser la más tranquila de la colonia. Ahí las casas son pequeñas, perfectas para comprobar sus suposiciones… Llega en unos instantes, temeroso camina confirmando sus sospechas. En la tercera casa aparece en la ventana otro rostro de expresión petrificada. Y así una a una van apareciendo caras maquillando la noche. No obstante, aquellos fantasmas no le generaban sentimiento de compañía, por el contrario, siente la ciudad más fría y solitaria. Una melancolía le estruja el pecho.

Han caminado largo rato y Heidi tiene hambre, Víctor no había pensado en comida sólo en dormir. Es necesario buscar algo para la pequeña canina, ahora se pregunta si las tiendas son seguras. Sólo queda averiguarlo. Llegan a San Jerónimo, no es difícil hallar una, está abierta pero no parece haber alguien dentro. Se internan preparados para salir corriendo si es necesario. Parece seguro, pero de nuevo hay que acostumbrarse a la oscuridad. Recorren cada uno de los tres estantes hasta que al final del tercero encuentran croquetas para perro, es una suerte, piensa Víctor. Toma una bolsa de plástico y la llena. Toma además algunas frituras para él, cuando de pronto un ruido proveniente de detrás del primer estante los pone en guardia. Un ente de figura humanoide sale arrastrándose, le falta la mitad inferior del cuerpo, es sumamente delgado con una joroba pronunciada y cuatro largos brazos, se desplaza con dos de ellos y los otros dos con un comportamiento extraño y errático solo toma productos de los estantes o del piso y los cambia de lugar o simplemente los avienta, y al igual que el de la segunda casa este tampoco posee rostro alguno. Sólo bastan un par de segundos para ver la grotesca imagen del ser y salir disparados de la tienda, aquello los siguió y aunque con movimientos torpes es rápido. Víctor tropieza y cae al salir, y al darse la vuelta pensando que la criatura estaría sobre de él se sorprende al ver a una persona parada en la puerta del establecimiento con aquella mirada petrificada que tanto le inquieta… En ese momento comprende que esas cosas no pueden salir del hogar que habitan y que al ser observados desde fuera muestran otra faceta.

No muy lejos, en otro pequeño parque Heidi disfruta de sus croquetas, aunque hubiera preferido la deliciosa carne que le daba Víctor de vez en cuando comprende que por el momento tendrá que conformarse con lo que hay. Mientras, Víctor se siente indiferente ante las frituras, en realidad no tiene hambre, quiere convencerse que también requiere de una jugosa carne, pero incluso al imaginarla no le genera emoción alguna, piensa que tal vez sea que se le haya generado alguna depresión por todo lo que ha experimentado, en realidad nunca sabrá el por qué ha perdido para siempre los placeres de la vida corporal…

Poco a poco los atisbos de la mañana se hacen presentes pero el día no es como acostumbra, incluso es más lúgubre que la noche, no hay Sol que se pueda divisar y el ambiente es totalmente gris y oscuro, es como si una contingencia ambiental de proporciones catastróficas se hubiera cernido sobre la ciudad. La sensación de soledad de Víctor se acentúa y no sólo eso, sino que también le genera una sensación de estar atrapado en su propia ciudad. Y así, día a día, noche a noche, Víctor y Heidi se pasean buscando algo, una salida, una persona, algo que les dé una esperanza de tocar o al menos de rozar algo de sus vidas anteriores. Evitando las casas, cambiando los parques por autos abandonados como lugares para descansar, aunque sea Heidi la única que duerme, se mueven por toda la ciudad.

Cuestiona lo de la depresión, una persona normal por muy deprimida que esté, requiere de descanso y alimento para mantenerse con vida. Los recuerdos de su familia también lo acechan constantemente, pero de alguna manera se las arregla para reprimirlos, como siempre con poco éxito. Heidi es muy importante para ello, algo que aun no comprendo. Su relación es tan estrecha, ha evolucionado a tal punto que ambos se entienden de manera sincrónica. Sin duda un caso que nunca pensé fuera posible, al parecer los humanos tienen algo más en su haber que no dejan de sorprenderme… Aun así, su naturaleza no cambia y esta historia está a punto de acabar.

Por fin, entre tanto buscar se encuentra con alguien, una mujer de cabellos rojos, lleva un arma, parece un rifle. La ve de espaldas y se acerca con cuidado, Heidi hace lo mismo agachando la cabeza.  Algo busca la misteriosa mujer, pero anda con demasiada precaución ¿Será que también teme a los fantasmas? Piensa, pero no, ningún rifle es capaz siquiera de tocar un fantasma, no, ella se defiende de algo más macabro, algo que ya ha tomado la forma de su verdadera naturaleza.

Víctor mantiene su distancia. Se esconde detrás de un auto y entre los cristales puede ver su rostro. Es hermosa y parece amigable, ¿por qué habría de temerle a alguien así? Sale de su escondite y trata de hablarle. Repentinamente otras voces se escuchan cerca de ella, aparecen tres hombres que al ver a Víctor cambian sus actitudes a una manera defensiva y gritan ¡Abril, cuidado detrás! Heidi comienza a ladrar, sabe que la situación se ha tornado hostil. La chica voltea preparando su rifle con una rapidez impresionante como si hubiera vivido esa situación miles de veces antes. Ve a Víctor con una mirada de extrañeza y sorpresa. Uno de los tres hombres dice “este es diferente” y luego, una detonación.

Heidi está confundida, su compañero yace en el suelo sin moverse, no para de chillar, su mirada vidriosa le pide a Abril que le ayude a despertar a Víctor.

- ¿Qué hace? Pregunta Yum. Un hombrecillo rechoncho con un peinado de hongo, sus mejillas gordas le cierran los ojos haciendo que parezca un simpático oriental.

-Parece que trata de reanimarlo ¿Venía con él? ¡No me digan que era humano! ¡Mataste a un humano, Abril! Le recrimina un tal Orlando. De aspecto tonto e impulsivo lleva un revólver que hurtó a un policía muerto.

-No lo era, mira su nuca. Responde Abril.

-Cierto, ahí están esas fauces demoníacas. Debió haber sido muy descuidado para recibir un ataque en la cabeza. Seguro que la transformación fue más rápida… pero, es extraño, estas fauces son pequeñas y los colmillos están cerrados. Tal vez la infección fue menor. Observa el tercer hombre, Iker, de carácter citadino promedio, sobreviviente por mera suerte.

-Entiende que no es una infección, están poseídos. Reclama Orlando.

-Me sorprende que creas en demonios y esas cosas, esto es obra de algún virus o bacteria mutante. Seguro es algún experimento militar.

-Cuántas veces tienes que ver estas fauces para darte cuenta que es la marca del demonio, ningún virus o bacteria puede hacer esto.

- ¡Cállense los dos! Puede haber más, cerca. Abril tiene carácter, una persona interesante para otra ocasión.

-Bueno ya, pero ¿Qué hacemos con el perro? Deberíamos matarlo hace mucho ruido.

-Eso sería lo más adecuado. Responde Yum desenfundando su machete.

- ¡No! déjenlo… me lo llevaré.

- ¡¿Estás loca?! Esa cosa nos va a condenar a todos, no sabemos si los animales también se infectan…

- ¡Calla! Yo estoy a cargo de esta brigada y yo digo que, si este perro pudo no sólo sobrevivir con este zombi sino también convivir con él, deberíamos de tomarlo como una oportunidad para tratar de entender mejor a lo que nos estamos enfrentando.

-Vaya, pero si eres una nena, veamos. Tienes una placa, Heidi. No te preocupes, conmigo vas a estar bien.

¿A quiénes llamamos los nadie? Así es, a aquellos que ni siquiera figuran en la estadística. Víctor alguna vez fue mirado ¿Y ahora? ¿Quién postra su mirada en él? Más que un pequeño ser que a falta de palabra solo puede tenerlo en su memoria esperando a que se desvanezca junto con su propia existencia.

 



Comentarios

Entradas populares